Nuestro compañero Jordi Subirana es un descastado. Después de que nuestra alcaldesa nos dejara dos perlas de cómo es nuestra ciudad -"Barcelona es una de las ciudades más seguras del mundo" y "en términos generales, Barcelona está limpia"- al periodista de Metrópoli no se le ocurrió otra cosa que llevar la contraria a Ada Colau con datos y más datos. ¡Qué desfachatez! ¿Cómo se le ocurre discutir la percepción de la alcaldesa? Si dice Colau que Barcelona es segura y está limpia son dos verdades como templos. No se ponen en cuestión y punto. Discutirla con datos pegados al terreno solo persigue acabar con la Barcelona idílica que está construyendo la alcaldesa desde hace siete años. Toda una plaga sin duda.

La realidad es una cosa y la percepción es otra. Sobre todo, la percepción varía si vives en una burbuja, te trasladas a golpe de coche oficial, huyes de la ratonera en la que se ha convertido la ciudad y tienes los alrededores de tu casa apañados. Si vives en Gràcia, Sants, Sant Andreu, Sant Martí o en la zona portuaria -perdón en el Eixample- llena de obras, ruidos, contenedores a rebosar, “mierda” por el suelo, grafitis por doquier y meadas -encantadora la referencia de Subirana de animales de dos o cuatro patas- tienes otra percepción. La percepción como el miedo es libre, pero la alcaldesa no puede refugiarse en la percepción. Debe ceñirse a la realidad, a las necesidades de los ciudadanos y dar respuesta a sus inquietudes.

Seguramente el artículo de Metrópoli no fue leído por la alcaldesa. Ella está a otra cosa y no lee aquello que la pone en cuestión, prefiere -es más satisfactorio- leer todo aquello que le baila el agua. ¿Rectificar? Para qué, que rectifiquen los que la critican y le llevan la contraria. Seguro que están a sueldo de grandes multinacionales que no soportan que una persona como ella esté al frente de Barcelona.

Lo cierto es que nuestra alcaldesa es la reina del escapismo. Ha sido la novia en la boda, el crio en el bautizo y el muerto en el entierro, y sobre todo es la reina de la percepción, cosa que nada tiene que ver con la gestión pegada al terreno. Cualquier alcalde que se precie se hubiera dado una vuelta por Sant Andreu y hubiera enviado a galeras a los concejales “artistas de la pista” que pusieron en marcha el desatino del “puerta a puerta”. No consta en los anales municipales que la alcaldesa se haya dignado en pisar el barrio. Ya no les cuento si ha ido por Verdún, Canyelles, Guinegueta, Guinardó, Sanlley, o los Quince sin ir más lejos. Tampoco consta en los anales. Si fue a BTV, a Pueblo Nuevo, so pena que los cristales tintados le impidieran ver el paisaje con nitidez podría ver el fiasco de su superilla y como se acumula la basura en los contenedores.

Ciertamente, Subirana lo tiene difícil porque los datos no pueden con la percepción. Es una lucha contra natura. La pregunta es si los barceloneses hemos de aguantar mucho más con una alcaldesa que es incapaz de hacer autocrítica, actuar para corregir errores y aportar soluciones. Anclarse como los niños en taparse los ojos para asegurarse de que no te vean es una artimaña con escaso futuro. Barcelona está como está.

Se acercan las fiestas y dos sectores importantes han convocado huelgas. Los trabajadores están en su derecho porque la huelga es la única forma de lucha que tienen para mejorar sus condiciones laborales y obtener mejoras. La alcaldesa lo debe saber porque se dice de izquierdas, aunque dudo mucho de su experiencia reivindicativa a pie de obra. Seguramente en un nuevo alarde imaginativo, Colau ya debe tener pergeñado su eslogan electoral para esas elecciones a las que nos dijo que no se iba a presentar: “Viva la percepción”. No tengo ninguna duda.