¿Saben ustedes cuál es el vehículo que más pasajeros por kilómetro transporta? ¿El tren? No. ¿El automóvil? Frío, frío... ¡El ascensor! ¿El ascensor es un vehículo? Pues, sí. Lo que pasa es que el consumo de energía de los ascensores no suele contabilizarse en el apartado de «transporte» de las estadísticas, y sí, en cambio, en el del sector residencial. ¿Y sabían ustedes que el primer vehículo automóvil en alcanzar los 100 km/h era eléctrico? Fue a finales de abril de 1899, cerca de París. El automóvil, con forma de supositorio, fue bautizado como «Jamais Contente», el que nunca está satisfecho, el que siempre quiere más. Es decir, que no hemos inventado nada nuevo cuando apostamos por la tracción eléctrica en el transporte.

Desde hace unos años, se nos está vendiendo que el vehículo eléctrico es la opción de futuro porque contamina menos. Acto seguido, suele hablarse del cambio climático, pero ¡ojo! ¿No estamos confundiendo churras con merinas? Dejen que me explique.

El cambio climático se está produciendo por la concentración de dióxido de carbono (CO2) y otros gases en la atmósfera como resultado de la actividad humana. Como estos gases retienen parte de la radiación solar, se incrementa su efecto invernadero, se sobrecalienta la atmósfera y aquí tenemos el cambio climático. El CO2 que emito hoy y aquí afectará a todo el planeta y sus efectos perdurarán un siglo, año más o menos, y éste es el desafío más importante al que se enfrenta la humanidad ahora mismo.

Aunque guardan relación, no hay que confundir este impacto ambiental a escala planetaria con la contaminación atmosférica a escala local, esa concentración de hidrocarburos no quemados, monóxido de carbono, radicales de nitrógeno y de azufre, partículas en suspensión y sabe Dios cuántas porquerías más que, sin ir más lejos, se abate sobre Barcelona a la que tengamos un anticiclón. Repito, es un fenómeno local. Más o menos grave, más o menos relacionado con el anterior, pero local.

A modo de ejemplo, si usted viaja en autobús por Barcelona, emitirá menos CO2 por kilómetro que si viaja en metro, pero contaminará más el aire de la ciudad. El porqué se explica porque el metro es de tracción eléctrica, claro, pero ¿cómo se produce la electricidad? Echando CO2 y otras porquerías a la atmósfera. Si puede ser, fuera de las ciudades, eso sí.

Sólo reduciremos esas emisiones de CO2 si generamos electricidad con energía nuclear o con energías renovables. Pero estamos muy lejos de eso.

Además, si tuviéramos que cubrir el consumo de energía en el transporte terrestre con electricidad, tendríamos que multiplicar por tres o por cuatro nuestra capacidad de generación eléctrica, lo que nos obligaría a construir centrales nucleares a destajo e instalaciones renovables a porrillo, y asumo la polémica. También tendría que rehacerse toda la infraestructura eléctrica del país, y la de casa de cada uno. Echen cuentas e imaginen el monto de la inversión, y sepan que, tarde o temprano, nos tendremos que ver las caras con este problema.

El capítulo de los vehículos eléctricos es apenas uno entre muchos alrededor del cambio climático, pero es interesante porque examinándolo afloran cuestiones en las que no suele pensarse demasiado. Veamos una. Los vehículos eléctricos son mecánicamente muy simples. Ésa es una buena noticia con efectos secundarios: el 23% de toda la mano de obra del sector del automóvil y compañía se iría directa al paro, porque fabrica piezas para motores térmicos. ¡También hay que pensar en ello!

No digo que no a la tracción eléctrica, sólo ejerzo de abogado del diablo. Lo que intento explicar y quiero que entiendan es que nos enfrentamos a un problema de gran magnitud, extremadamente complejo, que nos afecta a todos y a veces de manera imprevista y que tiene que afrontarse con una visión a largo plazo, lo más racional y objetivamente posible. ¿Lo estamos afrontando así?

En el último episodio de contaminación atmosférica en Barcelona, nuestras autoridades municipales recomendaron (sic) a los ciudadanos el desplazarse a pie, en bicicleta o en transporte público. No se atrevieron a más, porque tenemos las municipales a tocar, supongo. ¿Resultado? Se incrementó el uso del automóvil durante esos días. Palabrita del Niño Jesús, se incrementó.

Vayan con ojo y prepárense, porque ya tengo visto el panorama sobre este asunto en las próxima elecciones municipales (o generales, o europeas, qué más da). Todo ecochachi y superguay, pero mucho me temo que la mayoría de las propuestas de gobierno que he leído a izquierda y derecha sólo quieren vendernos humo. Y de eso tenemos de sobras.