Es muy probable que en apenas unos decenios a todo el mundo le resulte extraño que durante siglos los humanos establecieran sus relaciones comerciales y laborales en torno a metales y papeles a los que se atribuía un valor irreal, que solo estaba en la cabeza de quienes los intercambiaban. Algo semejante a lo que nos ocurre ahora cuando leemos cómo los descubridores engañaban con abalorios a los indígenas de América y de África.

Para hacerse una idea cabal sobre los valores --y la ética-- de esas épocas desde tanta distancia, hay que contextualizar. Como ha dicho nuestra alcaldesa que quiere hacer con la estatua de Cristóbal Colón del puerto de Barcelona, símbolo para unos del mundo que hizo grande a Cataluña y del atropello y la esclavitud para otros.

Parece que la ola de protestas que ha despertado en el mundo el asesinato del negro estadounidense George Floyd va a dar un nuevo empuje al movimiento antiesclavista en Cataluña, donde las fuerzas vivas han pasado de reivindicar la catalanidad de Cristóbal Colón a crucificarlo por negrero en menos que canta un gallo.

Aquel movimiento se quedó con ganas de más, se metió en harina tan de golpe tras el 15M que no reparó en la presencia en Barcelona del recuerdo de insignes catalanes comerciantes de personas, mayormente de piel negra. Se les pasó por alto la calle que tiene dedicada en Gràcia el hacendado Miquel Biada, propietario de ingenios cubanos como los que tuvo Josep Xifré, recordado en otra vía de Sant Martí, además del enorme edificio –Casa Xifré-- cercano al puerto que alberga al conocido restaurante Set Portes.

También se les escapó la estatua de la Gran Vía que recuerda al esclavista caribeño-catalán Joan Güell, como la avenida que lleva su nombre en Les Corts. No se olvidaron, sin embargo, de su consuegro, Antonio López López, el primer marqués de Comillas, cuya imagen fue retirada de la plaza que aún lleva su nombre, frente a Correos, mirando precisamente a Casa Xifré, y donde un pedestal desnudo y avergonzado denuncia desde hace dos años el discurso maniqueo de los progres que gobiernan Barcelona.

--"¿Te das cuenta de que el único esclavista al que han retirado los honores en Barcelona es también el único de apellido castellano?", me preguntaba el otro día un amigo malpensado y observador.

--"No digas eso, Manolo. Será una casualidad", le dije al hombre para que se conformara.