Lo de criticar que otros hagan campaña con la pandemia para acabar haciendo lo mismo es un despropósito al que nos empiezan a tener acostumbrados partidos de todo signo.

El último esperpento argumental viene por parte del separatismo. Laura Borrás se quejaba en twitter hace unos días de la campaña de vacunación que ha preparado el Gobierno de España. Se quejaba de las dosis destinadas a Cataluña mientras el gobierno de su partido está siendo incapaz de vacunar a un ritmo decente. Resulta que el gobierno separatista del que participa su partido considera que no toca vacunar ni en fin de semana ni en días festivos, vaya a ser que se nos estrese el personal sanitario al que tienen trabajando veinticuatro siete desde hace meses. Que lo mejor que uno puede hacer durante los días festivos es realizar proclamas políticas culpando a sus adversarios de la mala situación que vivimos. Que es más inteligente quejarse por la falta de vacunas que dedicarse a ponerlas. Porque todo el mundo lo sabe. Lo importante es tener 54.000 vacunas en el congelador de las 60.000 que se nos entregaron mientras acusas al gobierno de España de no darte suficiente cantidad.

Según el presidente en funciones Pere Aragonés y la Consejera de Sanidad Cataluña dispone de todo el equipo técnico y de todos los recursos humanos necesarios para cuando lleguen las primeras dosis, pero a día 3 de enero…6.000 vacunados y sin disponer las neveras necesarias para distribuir la vacuna. Total, que si no nos damos prisa, se nos calientan las vacunas. Pero la culpa seguro que es de Madrid, como siempre.

Lo importante es siempre identificar a un enemigo. Los ataques que antes eran genéricos y enfocados al siempre desastroso “estado español” se dirigen ahora hacia el ministro de sanidad. Qué casualidad. Ahora que lo ven como adversario político en las próximas elecciones los golpes se dirigen a él. Evidentemente, autocrítica hacia la gestión de un Govern que teniendo 60.000 vacunas no se dedica a vacunar día y noche, ninguna. Ni a su falta de voluntad, ni a sus mentiras ni a su falta de capacidad. Las críticas para el ministro de sanidad, que es lo que da rédito electoral ahora. Porque poco importa lo que sea verdad o mentira. Lo importante es el rédito electoral. Poco importan las competencias de las diferentes comunidades. Lo que importa es tener a alguien delante al que golpear.

Respecto a los últimos ataques es curioso ver como los mismos que denostan la actividad del ministro Salvador Illa de forma constante alzan la voz en forma de queja por el hecho de que “deje sus responsabilidades de ministro de sanidad para volver a Barcelona”. A ver si nos aclaramos. ¿Es mal ministro o es tan bueno que queremos que siga en el cargo? Y si es mal ministro, ¿qué más nos da que vuelva a Cataluña y deje el Ministerio? Vaya, quizá el problema no tenga nada que ver con su gestión. Quizá el problema sea el revulsivo electoral que parece supone para el escenario catalán.

Si queremos hablar de la pandemia y de la campaña de vacunación deberíamos dejar de escuchar memeces de aquellos que solo tienen intereses políticos cuando abren la boca y empezar a prestar atención a las declaraciones de aquellos que de lo único que están preocupados es de la situación de nuestros hospitales.

Ayer pudimos leer en este mismo medio las afirmaciones del jefe de Enfermedades Infecciosas en el Hospital del Mar de Barcelona, Robert Güerri, que ha advertido este domingo que el incremento de casos del Covid-19 ha generado una situación "preocupante" en los hospitales, "descontrolados" por la pandemia. Según palabras del infectólogo "si no tenemos claro que hemos de vacunar, y que tenemos que hacerlo de forma masiva y lo más rápido y contundente posible, tendremos una tercera ola, que será muy dura, en dos o tres semanas. Y si no actuamos rápido, también una cuarta y una quinta".

La situación es poco esperanzadora y la mediocridad del debate público parece hacer imposible que unos y otros sean capaces de asumir un debate sensato y centrado en lo que cada uno de ellos pueden aportar desde sus espacios de incidencia. El debate es tan rudo como inútil.

En conclusión. Tenemos vacunas en el congelador y políticos que se dedican a tirarse los trastos a la cabeza olvidándose de sus propias competencias mientras los contagios suben de forma descontrolada. ¿Qué puede salir mal?