Si la pandemia dejó al desnudo las debilidades de nuestro sector económico, el frío está dejando de nuevo al descubierto la mala gestión de los efectivos de la Guardia Urbana de Barcelona. La situación de frío y bajas temperaturas en España ha sido protagonista de malas noticias también en la ciudad condal, ciudad en la que, a día de hoy, siguen durmiendo en la calle unas 1.200 personas.

El frío evidentemente es para quienes duermen en la calle algo todavía más peligroso de lo que lo es para la mayoría de los barceloneses, que afrontan estos fríos con miedo a la factura de la luz, por cierto.

El pasado 11 de enero fallecieron por hipotermia dos personas sin hogar, de 37 y 32 años respectivamente. Realidad triste y complicada que puede abrir más de un debate, pero que ha hecho que muchos nos preguntemos por el papel asistencial que juega la Guardia Urbana y de su capacidad para llevarlo a cabo en una ciudad como Barcelona. Duda que en ningún caso guarda relación con la capacidad de nuestros agentes, sino que guarda relación con la capacidad de sus mandos para dar respuesta a situaciones como la que estamos viviendo con unos efectivos insuficientes.

La zona norte de la ciudad, por su parte, sigue considerando la inseguridad el principal problema de Barcelona. Y no porque lo diga yo. Así lo evidencia el barómetro municipal de noviembre. Y lo que no vale es que ante datos tan abrumadores como los que obtenemos en Nou Barris, Horta y Sant Andreu no se haga absolutamente nada. Nada útil quiero decir. Porque de debates estériles sobre seguridad y de esfuerzos bienintencionados sin resultados estamos todos ya un poco cansados.  Los vecinos se quejan de falta de efectivos, y si uno se para a preguntar a agentes de la Guardia Urbana que conocen perfectamente la situación, se da cuenta de que los vecinos tienen razón.

¿Cómo es posible que una sola patrulla de 5:30h a 7:00h tenga que cubrir tres distritos? Es de primero de sentido común. Si una patrulla se encarga de tres distritos y se encuentra un problema que debe atender, ¿quién cubre los otros dos? ¿Y si entran dos servicios? ¿Qué tienen que hacer? Y no me meto en lo que supone para los agentes no disponer de refuerzos si los necesitan durante esas horas. Acaban expuestos y solos ante el peligro. Esta forma de funcionar pone en grave riesgo la seguridad de los ciudadanos y la de los propios agentes.

Esto es lo que está sucediendo estos días. La dureza del frío y la cantidad de personas sin hogar en Barcelona está haciendo que a la policía le pidamos algo más que el servicio habitual. Les demandamos su vertiente asistencial, y hacer eso con tan pocos efectivos es prácticamente imposible.

Un agente me explicaba hace unos días que, al encontrar a un sin techo que solicitaba ayuda, tuvo que avisar a servicios sociales y quedarse con la persona en cuestión hasta que llegaron para asistirle. En este caso tardaron más de hora y media. Es decir, una patrulla que atiende a tres distritos se queda bloqueada hora y media esperando a servicios sociales. En resumen. Haciendo su labor asistencial, dejamos a tres distritos sin cobertura. ¿Tiene sentido?

La Guardia Urbana cuenta con unos 3.000 agentes. ¿De verdad no somos capaces de tener patrullando en nuestras calles a más patrullas? Muchos se preguntarán dónde están el resto de agentes. De hecho, muchos integrantes del cuerpo también se lo preguntan. Se preguntan qué sentido tiene tener a tanto agente haciendo trabajo de oficina cuando el verdadero trabajo se encuentra en la calle. También se preguntan cuál es el motivo por el que no tienen pistolas táser para evitar tener que disparar con armas de fuego, o por qué motivo todavía no tienen cámaras personales para dejar registradas sus actuaciones. Tampoco entienden que, desde la dirección de las diferentes unidades, se pidan voluntarios para cambiar turnos para dar cobertura a los manifestantes de la Meridiana, que llevan meses y meses dando por saco con la complicidad de la administración. Coberturas que se acaban pagando con horas extra y que por tanto pagamos todos nosotros. Con nuestros impuestos pagamos horas extras destinadas a proteger a aquellos que limitan nuestros derechos a diario cortando una arteria principal de la ciudad.

Es delirante y urgente que la cordura vuelva a imperar en nuestra policía. Cordura que, por cierto, esgrimen de maravilla aquellos agentes que tienen muy claro el motivo por el que se hicieron policías en nuestra ciudad. Verdaderos héroes que, a diferencia de muchos políticos, tienen clara su vocación de servicio público.