Ha muerto prematuramente Joan Ollé, un dramaturgo barcelonés de 66 años que fue el reflejo de la sociedad que le tocó vivir y que, como su célebre colega Joan Barril, también desaparecido antes de ahora, vivió con intensidad e ingenio.

Dice el parte médico que ha fallecido a causa de un infarto de miocardio, pero me temo que no es del todo cierto, que la verdadera causa de su muerte es la dictadura de lo políticamente correcto, que se impone una vez y otra en un país mediocre donde mandan unos reaccionarios decimonónicos que juegan a republicanos de salón y revolucionarios de caseta de feria.

Ollé fue linchado en 2021 en un reportaje de testimonios anónimos sobre un intelectual muy sospechoso de ser independiente frente al independentismo catalanista. Lo publicó Ara, diario adherido a la causa nacionalista.

La culpa, si es que puede merecer ese calificativo, no es solo del rotativo que actuó como esas televisiones que publican noticias de dudosa confirmación, pero que juegan al espectáculo y el título fácil –falso o no--. La responsabilidad también es del resto de los medios que se hicieron eco de unas acusaciones de origen no identificado: como es bien sabido, en los casos de índole sexual poco importa usar el "presuntamente". Nadie se atreve a defender el derecho a la presunción de inocencia cuando la acusación tiene que ver con el sexo, y eso es lo que ocurrió con Joan Ollé.

Tampoco se tuvo en cuenta que el Institut del Teatre abrió una investigación que concluyó que no había caso. Ollé ya había sido expulsado y arrastrado por el fango. Menos importaba aún que el único asunto que el Institut del Teatre llevó a la fiscalía, el de otro profesor, fuera archivado por el instructor.

Era más importante que los alumnos reunidos en asamblea pintaran su nombre en las paredes del centro poniéndolo a parir, como también lo era hacer el seguidismo colectivo de las acusaciones anónimas –¿se debe proteger la identidad de la presunta víctima, pero está justificado crucificar al presunto agresor con nombre y apellidos?-- contra un dramaturgo, escritor, actor incómodo, poco simpático y apasionado de la vida.

Tristes.