Permítanme empezar parafraseando al poeta romántico Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870) en su Rima XXI; sobre todo, tras observar cómo esta broma efímera nos ha mantenido distraídos durante las últimas semanas. Puro artificio arropado por no pocos medios de comunicación. Y este sí, auténtico suflé.

En perspectiva, resulta divertido releer algunos titulares referidos a la marcha del domingo 4 de marzo: “15.000 personas se movilizan para pedir la libertad de Tabarnia”. Cifras de la Guardia Urbana, según rezaba el primer párrafo, tras recordar que se trataba de “una respuesta masiva”. Curiosamente, a la manifestación del pasado domingo 11 de marzo convocada por la ANC acudieron, según la misma fuente, 45.000 personas. Cifra que, a diferencia de la noticia anterior, no aparecía en el titular. Claro que hay casos más sorprendentes, como el de otro digital que titulaba “Apenas 45.000 personas en la marcha…”, mientras en relación a la de Tabarnia, destacaba: “Tabarnia muestra su fuerza contra el independentismo”. En fin, las cifras son unas y las opiniones varias.

En cuanto al experimento tabarnés, vale la pena recordar que corría el riesgo de convertirse en un freno para el proyecto naranja de Ciudadanos. Una competencia no deseada. Así pues, ¡prietas las filas! Y lo que iba a ser un tsunami contra el independentismo (¿quién recuerda ya las 150.000 firmas vía change.org?) se tornaba nube de verano. Un movimiento ante el que la líder naranja Inés Arrimadas hacía lo imposible por mantenerse al margen, al más puro estilo “¡Vade retro, Satanás!”.

Tras unas semanas de prosa poética en no pocos medios de comunicación, llenas de etopeyas, alegorías, prosopopeyas e hipérboles tabarnesas, la realidad ha acabado imponiéndose. La supuesta ironía inicial de este movimiento con pies de barro se tornaba esperpento de sordina súbita.

En 1911 el político conservador Francesc Cambó expuso al rey Alfonso XIII las ventajas que supondría la creación de la Mancomunitat. El monarca le comentó que, adelante, pero “dejando fuera de ella a Tarragona y en cambio yo lograría que el Gobierno, en compensación, añadiera la provincia de Huesca. Así ya tendría fuera el argumento del peligro de la unidad de Cataluña. ¿Qué le parece a usted?”. Cambó contestó: “Una tontería”. Pues eso.