La voracidad recaudatoria que se da por hecha en cualquier ayuntamiento está creciendo a ritmo exponencial en el nuestro. Dejemos de lado la obsesión enfermiza de Ada Colau con las terrazas, que debe tener algún tipo de explicación psicológica, y observemos que la cosa no se acaba ahí, como demuestra el reciente anuncio de subir en un 5% la tasa por la recogida de basuras: espero que, para cuando se implemente la medida, haya por lo menos en nuestras esquinas contenedores para echar la bolsa, porque, no sé ustedes, pero en mi barrio escasean después de los disturbios de las últimas noches.

Para disimular esas ganas de sacarnos los cuartos, el ayuntamiento tiene el detalle de lanzar otras iniciativas encaminadas, es un suponer, al bien común. La última es la de un concejal de Ada Colau que ha tenido la brillante y oportuna idea de proponer a la policía nacional que se meta donde le quepa su sede de la Vía Layetana porque ahí molesta y perturba el tráfico. Como ciudadano respetuoso de la ley y el orden -o sea, lo que viene siendo un facha-, a mí nunca me ha molestado la comisaría en mis paseos por esa calle de camino a la librería de comics Continuará. Es más: yo diría que quienes han alterado el tránsito de vehículos y personas durante los disturbios han sido las turbas de vándalos procesistas que se han plantado cada noche delante de la prefectura a tocar las narices a los maderos, que se han visto sometidos a un asedio muy contundente. Pedirles que se vayan con la porra a otra parte no solo es una falta de educación, sino una propuesta inoportuna cuando se han tirado días haciendo horas extras -perdón, reprimiendo a la juventud patriótica- y tienen a un compañero en el hospital que todavía no se sabe muy bien cómo va a salir de ésta. Como le diría a la alcaldesa un anglosajón: Ada, your timing sucks.

Como de costumbre, los comunes intentan controlar asuntos sobre los que no tienen competencias. Y en cuanto a Ada, esto no es más que una más de las suyas por persona interpuesta. Ese monumento a la coherencia que es nuestra querida alcaldesa se pasa la vida dando una de cal y otra de arena. Un día se las apaña para que salga adelante una moción contra las sentencias del prusés; a la mañana siguiente, Torra monta un aquelarre de alcaldes separatistas -los famosos tíos de la vara- y Ada no se presenta, porque ella no es nacionalista ni constitucionalista, sino todo lo contrario. Sin dejarnos respirar, nos pega el palo de las basuras. Y como traca final -de momento- pretende enviar a los maderos a Dios sabe dónde. Cada día me levanto pensando con qué nos sorprenderá este fenómeno paranormal que tenemos al frente del ayuntamiento, pero me temo que lo de la comisaría no le va a salir bien: la policía nacional, como indica su nombre, tiene competencias nacionales -o estatales, si así lo prefieren Ada y los procesistas-, por lo que no están obligados a plegarse a los caprichos de las autoridades regionales o municipales. Pero los comunes tenían que hacerse los solidarios con los aporreados y la ocasión la pintan, a veces, no calva, sino con casco y porra.

 Renuncio a explicarle a la alcaldesa que no es la policía nacional la que perturba el tráfico porque no quiero que me tilde de fascista irrecuperable y enemigo del pueblo.