El sentido común es el auténtico y verdadero motor de la evolución de la especie humana. Es el “click” hacia la sensatez, la cordura y el buen hacer.

El sentido común y el uso de la razón son los aspectos que, en teoría, nos posicionan en un peldaño superior al de los animales. Pero también es bien cierto que la gilipollez es otra de nuestras maravillosas cualidades. 

Barcelona, ciudad diseñada a medida para satisfacer las necesidades hedonistas de turistas que vienen a gastarse las perras en beber sangría barata compartiendo pajitas de 100cm en las ramblas y acabar bailando sardanas en el Bagdad, es una pasarela infinita de las últimas tendencias en moda y subnormalidad humana.

En menos de un mes la ciudad ha acogido a cientos de miles de jóvenes de todo el mundo, que han venido a dos de los festivales de música más tochos del planeta: El Primavera Sound y el Sónar. Os podéis imaginar cómo los amantes de la antropología moderna nos hemos sentido teniendo a dichos especímenes merodeando por nuestra ratonera. Observándoles a través del cristal, sentados en una butaca de terciopelo rojo y saboreando un cubo gigante de alitas de pollo. Maravilloso. 

Obviando a los guiris ultra tajados que iban en bañador por Paseo de Gracia sin camiseta y con melanomas, lo que más me ha llamado la atención ha sido la cantidad de seres infrahumanos que he visto con chancletas y calcetines.

En un principio pensé que se trataba de algo espontáneo, en plan "llevamos dos días de festival y mi cerebro dice que mueva la mano, pero muevo el pie", y con tal de salir del piso que han alquilado por Airbnb para comprar un Aquarius de litro, pues se vestían con lo primero que pillaban. Que levante la mano el que no haya salido alguna vez de su casa con zapatillas del demonio de tasmania.

Pero después de varios días observando, me di cuenta de que no se trataba de algo casual, fresco y espontáneo. ¡Para nada! Esos jovenzuelos puestos de MDMA hasta las cejas calzaban ese outfit de forma completamente premeditada. Algunos con un estilo más casual y veraniego, con chancletas de piscina y calcetines Adidas, combinado con camisa hawaiana y bañador; otros siguiendo un discurso más elegante ensartados en chancletas de piel, Happy Socks y camiseta básica de Cos. Pero todos y cada uno de ellos, siendo plenamente conscientes de su estilismo, a pesar del pedo que les guiaba hasta el infierno. Pobres animalitos supuestamente racionales. 

Mi insaciable sed por comprender el comportamiento humano me llevó a investigar un poco más sobre esta moda que, hasta la fecha, se consideraba una aberración estética junto a los calcetines blancos con zapatos.

Por lo visto, es una corriente que proviene de nuestro país vecino, Francia. Donde el rapero Alrima, ha popularizado esta moda con su hit Claquettes chausettes

Instagram está lleno de hashtags con peña colgando fotos luciendo tal estampa. La cosa está muy jodida: #socksandsandals y tal.

Sobre chanclas y calcetines / INSTAGRAM

Sobre chanclas y calcetines / INSTAGRAM

Algunos intentan racionalizar dicha conducta atribuyéndole aspectos beneficiosos para la salud, como que son un buen remedio para evitar rozaduras. También está el típico listillo que sale con el súper argumento aplastante: "Hay excavaciones romanas en las que se ha demostrado que llevaban una especia de medias con sandalias". Pero bueno, uno se pasa todo el maldito día escuchando gilipolleces. Lo que realmente me interesa es comprender el significado de esta moda. Es decir, ¿Se trata de banalizar la importancia de los códigos estéticos y burlarse de lo estéticamente correcto ridiculizándose a uno mismo?; o si por el contrario, ¿A la gente le mola vestir así y cuando se miran por la mañana en el espejo se ven estupendos?

Entiendo que las modas tienen sentido en el contexto sociocultural en el que se desarrollan. Joder, los Levi’s 510 quedaban fenomenal en los 90 cuando veías Sensación de Vivir por la TV. Pero ahora, por mucho que chilléis que los 90’s molan, YA NO QUEDAN BIEN. En el caso de las chancletas con calcetines sólo tenemos como antecedente histórico a los romanos, pero estos no cuentan porque también iban con túnicas y coronas hechas con hojas de roble, y no por eso vamos así al curro. Todavía. 

Por lo tanto, por mucho que intento hallar un sentido a toda esta movida sólo encuentro una reivindicación humorística de romper con las normas estéticas jugando con la ironía de las redes sociales y el narcisismo digital. Pero me preocupa que muchos de los que están colgando fotos en Instagram sean conscientes de ello.

Amigas; amigos. No todo vale. Y menos cuando hablamos de estética.