Lo que antes era el fastidio de tener que regresar a la oficina se ha convertido en el síndrome postvacacional. Dicen que puede presentarse con algunos de los siguientes síntomas bajo el brazo: cansancio, fatiga, procrastinación —i.e., la pereza de toda la vida—, falta de sueño, de apetito, de concentración, de interés o de paciencia, entre otras cosas. Lo de siempre, vamos, nada nuevo bajo el sol. El caso suele repetirse los lunes, cada semana, y si me aprietan, los martes, los miércoles, los jueves y los viernes. Pero nos gusta tanto poder presumir de pupas delante de los amigos... ¿Quién dice que no a presumir de un síndrome resultón?

En cualquier caso, el nuevo curso que nos espera viene cargado de emociones y no parece que esté previsto un retorno suavecito. Eso agrava el síndrome postvacacional, dicen los entendidos.

Barcelona se enfrenta este nuevo curso a un montón de problemas. Por ejemplo, tener que recortar más de cien millones de euros en políticas municipales por llevar mal las cuentas, que se dice pronto. Los precios del alquiler y la falta de viviendas sociales, la degradación de algunos barrios y la gentrificación de otros, los problemas relacionados con la venta ambulante o el nuevo barraquismo vienen a sumarse al inicio de curso y no van a ponérselo fácil a la señora Colau. Peor todavía: el año que viene hay elecciones municipales y los amarillos se han emperrado en hacerse con Barcelona caiga quien caiga y como sea, sin hilar fino, acudiendo, valga la redundancia, al amarillismo más grosero, su especialidad. Algo parecido querrán hacer los naranjas, que también creen tener una oportunidad. Será un curso muy feo en su primera mitad, donde volarán las mentiras y las provocaciones, ya verán. Muy, muy, pero que muy feo.

Imaginen ahora el síndrome postvacacional que sufrirá, por ejemplo, el primer teniente de alcalde, el señor Pisarello, cuando se enfrente de nuevo a su trabajo y a tantos marrones. Porque se ha pasado un mes en Argentina y Uruguay a pan y cuchillo, con la novia y los niños. Oh, sí, es verdad: era un viaje oficial. Pero ya somos mayorcitos, oiga, y no nos chupamos el dedo. Había una agenda de actividades de chichanabo y convenios de hacer bonito, que se firman y ya está, uno aquí y otro allá dos días después, cuidadosamente programados para disfrutar del viaje. Cierto, no todos los gastos han corrido a cargo del Ayuntamiento, pero la imagen, señores, la imagen, ¿qué me dicen de la imagen que ha dado el primer teniente de alcalde? ¡En año electoral! Creo que la oposición espera al señor Pisarello frotándose las manos y razones no le faltan.

Ahora viene cuando uno exclama que haría falta un buen director de comunicación para poner las cosas en su sitio y evitar estas meteduras de pata, pero es que la directora de comunicación de la señora Colau se largó veinte días a Nueva York y todavía no sabemos si fue por trabajo o por placer. Por lo visto, acompañó a la señora Pin, que se entretuvo tres días en una serie de conferencias aburridísimas, en las que también participó la señora Valiño, pareja del señor Pisarello, que luego se largó a la Argentina. De tres a veinte, vacaciones. Eso dicen los periódicos y no he querido saber más, porque me irrito fácilmente.

Pero estas vacaciones no son nada en comparación con las que se están pegando en el otro lado de la plaza de Sant Jaume. Con el cuento de hacer república y liarla parda, aquí nadie pega sello. ¡Lo que costó elegir al presidente Torra! ¿Se acuerdan? Meses. Luego, para que no se diga, a falta de 155 cerramos el Parlament de Catalunya hasta octubre. En confianza, todo señala a que el cierre se debió a un síndrome postvacacional de aúpa: tanto tiempo sin gobernar que, cuando llegó el momento, los elegidos para la gloria sufrieron un ataque de procrastinación de caballo y declararon que gobernar ahora, no, mejor otro día.

Así tenemos al presidente Torra, disfrutando de unas larguísimas vacaciones pagadas, con aumento de sueldo incluído. En estos días de asueto ha participado en actos folklóricos por todo el país, que es lo que le pone. Por ejemplo, se le ha visto durante la siega (hoz en mano) en Gòsol, en la bendición de las aguas de Argentona, dándole al botijo, o posando con los miqueletes en Talamanca o con unas señoras con mantilla en Berga. Como ven, todo muy «de país» y con la idea de modernidad que le caracteriza, en su línea.

De hecho, sólo somos capaces de recordar dos acciones de su gobierno en lo que llevamos de año, que son promocionar la ratafía y la leche cruda, y cualquiera de estas dos bebidas es perjudicial para la salud. Ahí lo dejo.