Ada Colau afronta la recta final de la negociación para ser investida de nuevo Alcaldesa de Barcelona apretando el acelerador. Insiste en negociar con ERC y PSC, cuando Maragall y Collboni rechazan esta posibilidad. O sea, tres no negocian si uno no quiere. Imagínense cuando dos no quieren. Si esta opción fracasa, y tiene todos los visos de fracasar, Colau aspira a que socialistas y los seis de Manuel Valls le den su apoyo “gratis total”, sin negociar el cartapacio municipal, que se concretaría después del día 15. Una suerte de gobierno en diferido.

El PSC le ha contestado con rapidez. El día 15 debe estar pactado el gobierno municipal. Por su parte, Valls mantiene su oferta, pero esperará concreciones. O sea, Colau se ve alcaldesa aunque debería volver a tener en cuenta que no es la lista más votada y que no puede ir a la investidura sin tener los apoyos “atados y bien atados”. No sea que apretando el acelerador coja velocidad de crucero y sea incapaz de frenar antes del sábado al mediodía. Entonces, ya será tarde. Si no juega bien sus bazas se arriesga a no ganar y haga posible lo que hoy parece un oxímoron: que Maragall sea alcalde. Sin acuerdo con el PSC se abre el abismo bajo sus pies.

Colau ya no hace ascos de los votos de Valls, “bienvenidos sean” dijo en La Sexta y tampoco piensa en mantener uniformidad en la acción política de los Comunes. En Sabadell o Mollet del Vallés, pactan con los socialistas. En Lleida o Sant Feliu de Llobregat con ERC y en otros municipios con ERC y JxCAT. Sin embargo, del éxito de su estrategia depende mantener la alcaldía de Barcelona, perderla abriría la enésima crisis en un partido castigado electoralmente desde el 21 de diciembre de 2017.

Colau tiene la palabra. Su éxito será llegar con un acuerdo con el PSC. Cerrado y detallado. No le queda otra. Sin los votos del PSC no será alcaldesa. Su fracaso será arriesgarse a perderlo todo. Todo pasa por ella y debe saber que acelerar mucho es arriesgado. Básicamente, porque no puedes frenar a tiempo.