Fueron dos grandes películas. De esas que pasas un rato agradable, aunque con el silencio de los corderos se te atraganta el chucho en más de una ocasión. Aquellas fueron cintas memorables. En la Barcelona de hoy, no tanto. Las hemos revivido en esta semana. Nuestra alcaldesa ha montado la marimorena a cuenta de una mentira. Muy arriesgada. El Ayuntamiento ha salido en tromba acusando a Agbar de un error en la factura que según el consistorio ha provocado un incremento irregular a miles de barceloneses. Colau aprovechó TV3 para reivindicar la remunicipalización de la empresa y acusarla de malas prácticas. Y sacó pecho anunciando un decreto que pondría a la compañía en posición de firmes.

El decreto del Àrea Metropolitana salió y la dejó en ridículo. Dice el decreto que la compañía hizo la lectura estimada de los consumos como manda el reglamento. El problema es que el reglamento no se hizo pensando en una pandemia. Por tanto, el error por no anticiparse a la situación fue de las autoridades municipales, o sea de Colau y de la dirección del Àrea Metropolitana, controlada por el PSC que no dijo ni una palabra. Quizás porque Antonio Balmón, alcalde de Cornellà, seguía de vacaciones y no se incorporó hasta ayer.

En conclusión, la empresa concesionaria no cometió un error y ni mucho menos una irregularidad, pero Colau necesitaba mentir para construir una cortina de humo ante el nuevo impuesto de residuos que ha impuesto a los barceloneses en el recibo del agua. El segundo, por cierto, porque ya se paga uno metropolitano. La alcaldesa se puso al frente del nuevo guion de Mentiras Arriesgadas, porque al final se ha descubierto que había trampa y cartón. Su enfrentamiento con la compañía no es nuevo aunque en los tribunales ha recibido siempre un fuerte revolcón. Incluso ha llegado al ridículo. En la pandemia, el ayuntamiento contrató una empresa para analizar el covid-19 en las aguas residuales. Gran acción, sin duda, si Agbar no fuera una de las empresas más reconocidas en este ámbito a nivel mundial y que ya efectuaba ese control. En fin, sin comentarios.

La puesta en escena de Mentiras Arriesgadas por Colau, activó en una suerte de acción-reacción El Silencio de los Corderos. Los socialistas Jaume Collboni y Antonio Balmón, en Ayuntamiento y en Àrea Metropolitana, sumisos como corderos, no han abierto la boca. Aprobaron el impuesto de residuos que afecta a todos en función del consumo de agua y no han dicho ni pío ante la orquesta de falsedades que ha puesto en marcha la señora alcaldesa. Ni con el agua, ni con el desbarajuste en el que se va a convertir Barcelona en materia de movilidad, ni con la tensión con los restauradores, hoteleros…… un silencio que empieza a ser estruendoso.

Los socialistas fían su estrategia a que sea Colau quién se desgaste. Ya llegará el día de dar un puñetazo sobre la mesa, para coger el testigo. Sin embargo, estas estrategias de salón las carga el diablo, porque si bien Colau se desgasta, se puede aceptar, el PSC aparece sumiso a la línea de los comunes y su candidato desaparecido. Y en el Àrea Metropolitana, sólo una pregunta. Para qué quiere el PSC casi una mayoría absoluta, que podría conseguir con pactos multidireccionales, si la que manda es Colau. Sería interesante que el acalde de Cornellà, Antonio Balmón, nos lo explicara.