Cuando era adolescente jugaba a futbol y entonces pocos de los terrenos donde practicábamos este deporte eran de hierba. Por eso me acostumbré a ver sangre. Salía como resultado de cualquier acción que supusiera lanzarse al suelo o caer tras un choque con un rival. La tierra hacía de las suyas y los futbolistas jóvenes de aquella época volvíamos a casa con las rodillas y los muslos ensangrentados.

No sé porqué extraña razón, mi nariz es propensa a sangrar. Cuando menos me lo espero le da por ahí y tengo que interrumpir lo que esté haciendo y taponar el flujo sanguíneo con una bolita del algodón que suelo tener a mano.

Por eso me impresionó quizás menos que a otros vecinos la fotografía con que Metrópoli Abierta ilustró la fotografía de la agresión que un hombre sufrió en nuestro barrio de la Vila Olímpica, el pasado domingo día 16 de setiembre. En un alarde de eficacia informativa se informó, a las pocas horas del suceso, que ese vecino había sido asaltado por dos menores y que acabó en el hospital tras sufrir una brecha en la cabeza. En la foto que ilustraba el texto se veía un periódico y el suelo ensangrentados junto a un programa de la fiesta de la Mercè.

Las manchas de sangre duraron poco en la calle porque alguien se encargó de borrarlas rápidamente y muchos vecinos curiosos que acudieron al lugar no vieron ni rastro de ellas. Indagué un poco y me explicaron que el hombre salió a pasear y comprar el periódico de buena mañana, que un par de menores le amenazaron para robarle y que él, al ver que no llevaban cuchillos, opuso resistencia. Uno de los chicos cogió una botella que había en el suelo y le golpeó con ella en la cabeza. Al perder fuerzas, los asaltantes aprovecharon para arrancarle de mala manera el reloj que llevaba en un brazo y le lesionaron también la muñeca.

Los Mossos informaron que poco después detuvieron a uno de los agresores, de origen marroquí, y que andaban buscando al otro, de origen senegalés.

Ante hechos como este se plantean de nuevo los habituales interrogantes al explicarlos. ¿He hecho mal al citar el origen de los dos niños? ¿Rompo algún código que luche contra el racismo? La verdad es que hace mucho tiempo que hay niños viviendo con las estrellas como techo. Que de vez en cuando hay incidentes. Que últimamente el número de estos menores no acompañados (MENA) se ha disparado. Tanto que los Mossos que los llevan a los centros de la Dirección General de Atención a la Infancia y la Adolescencia de la Generalitat (DGAIA) se encuentran estos días con que les dan con la puerta en las narices.

A los niños no les gusta vivir en la calle. A los vecinos no les gusta vivir con miedo a que les abran la cabeza de un botellazo. A los gestores de la DGAIA no les gusta que sus centros estén saturados. A los policías autonómicos no les gusta que los MENA tengan que dormir en sus comisarías. Todos a disgusto.

Un fracaso social ante el cual es lógico que nos hierva la sangre.