Don Norberto (hoy Norbert) Font tuvo un plan para ilustrar a los habitantes de la ciudad de Barcelona. Hoy habríamos dicho que los restos de la Exposición Universal de 1888 quedaron, acabada la fiesta, «vacíos de contenidos». Don Norberto, sin pensárselo dos veces, propuso aprovechar algunos de esos restos y hacer del Parque de la Ciudadela un escaparate popular de las ciencias naturales. Ya les aviso: eran otros tiempos. Hoy eso no pasa.

Don Norberto introdujo la espeleología en España y elaboró el primer catálogo espeleológico del país con la ayuda del Centre Excursionista de Catalunya. Sus trabajos en geología dinámica escritos tanto en castellano como en catalán hicieron de él una eminencia. Por eso, cuando don Norberto propuso a la Junta de Ciencias Naturales de Barcelona llenar el parque de esculturas de bichos antediluvianos, el proyecto fue recibido con alborozo. En 1907 se instaló la primera escultura, la del mamut de hormigón, diseñada por Miquel Dalmau. La afición de los visitantes a sentarse en la trompa del paquidermo para hacerse una fotografía han hecho del mamut una de las esculturas más veces restaurada de Barcelona. ¡Qué pena que nunca se acabara la escultura del diplodocus, la del iguanodón...! ¿Se imaginan?

Hacia 1920 ya había en el parque un Museo de Zoología, donde el café-restaurante de la Exposición Universal, un Museo de Geología justo al lado, un invernadero (l’Hivernacle) y un umbráculo (l’Umbracle), y el mamut, no nos olvidemos del mamut. Cuando niño, pasé muchas horas en las salas del Museo de Zoología, llenas de animales disecados y apolillados, bichos atravesados por sádicas agujas y cosas asquerosas ahogadas en tarros de formol, que formaban el escenario ideal para una película de miedo. Era fascinante. ¡Cuánto añoro el viejo museo! Pero en 2010 se lo llevaron al Fórum, que era (y en cierto modo sigue siendo) otro «espacio vacío de contenidos». Recomiendo la visita al nuevo Museo de Ciencias Naturales, en serio, que está muy bien.

Pero también les invito a pasar por el Parque de la Ciudadela y contemplar el desolador panorama del abandono. El edificio de Domènech i Muntaner está vallado y parcialmente cubierto por una lona, una parte de la cual cuelga descuidadamente. El antiguo Museo de Geología también está cerrado a cal y canto. El invernadero es una ruina; se cae a trozos, literalmente. Faltan cristales, asoman vigas oxidadas, hay grandes agujeros en los muros, los ventanales están a punto de desintegrarse. El umbráculo... El conjunto ha sufrido más daños en estos últimos años que durante la Guerra Civil y las autoridades pasan un huevo y parte del otro del estropicio. Pero, por Dios, ¿qué están haciendo con nuestro patrimonio?