Aunque el título de esta columna parezca remitir a un personaje de los tebeos Bruguera de los años 60, lo cierto es que la guardia urbana Rosa Peral, que estos días está siendo juzgada en Barcelona por asesinato, se las trae. Femme fatale de barriada, atractiva y muy sexy, Rosa es una versión algo choni de Barbara Stanwyck en el clásico de Billy Wilder Double indemnity. Da para una película un pelín delirante, para una comedia negrísima a medio camino entre los hermanos Coen y Luis García Berlanga. El periodista Toni Muñoz se fijó en ella el año pasado y le dedicó el libro Solo tú me tendrás, en el que la guardia urbana que antes fue gogó de discoteca brilla con luz propia como liante máxima y mujer de armas tomar.

Por si no recuerdan el famoso crimen de la guardia urbana, se lo resumiré: la agente Rosa Peral, casada con un mosso d´esquadra y madre de dos hijas, tenía cierta fama de casquivana en el cuerpo (el policial y el suyo propio); oscilaba entre dos amantes, también policías municipales, hasta que se decidió por uno de ellos y, según se sospecha, lo convenció para asesinar al otro, intentando, de paso, cargarle el muerto a su marido y matar así dos pájaros de un tiro. Sobre el papel, la cosa funcionaba, pero la puesta en práctica del plan fue tan chapucera -una de las hijas de Rosa se cruzó con ella la noche de autos y la pilló con la camisa manchada de sangre- que la pareja de asesinos fue rápidamente detenida y ahora está siendo juzgada. Se les acabó el amor -no sé si de tanto usarlo, como a Rocío Jurado- y ahora se dedican a culparse mutuamente del crimen. Mientras él asiste al juzgado como si estuviera en otro sitio más agradable, ella adopta una actitud contrita, hace pucheros con frecuencia y trata de presentarse como la pobre víctima de un hombre desalmado.

La cosa, insisto, daría para una película esperpéntica que igual acabo escribiendo yo mismo, aunque me la coma con patatas, como casi todos mis proyectos cinematográficos. En su cutrez, Rosa Peral me parece una mujer fascinante, mientras que los hombres de la historia son unos tarugos que aportarían el necesario componente cómico a la trama. En el talego, Rosa ya se ha hecho notar por sus tanganas con otras presas, que la han llevado en alguna ocasión a la celda de aislamiento.

Hay quien se pregunta -si resulta ser una asesina, lo que aún está por demostrar- por qué no rompió con su marido y uno de sus amantes y se quedó con el otro, por qué tuvo que llevar hasta las últimas consecuencias sus ardides de mujer fatal. Ahí radica el interés del personaje, que podría compartir el podio con la terrible Angie, aquella mujer que se cargó a su mejor amiga para suplantarla y vaciarle la cuenta corriente. Sus historias nos recuerdan los mejores tiempos del film noir norteamericano, aunque con un giro chapucero tan español que nos las hace mucho más cercanas.