Como la película de Mel Stuart realizada en el año 1969, Si hoy es martes, esto es Bélgica, en la que se describe a un sufrido grupo de turistas que recorren Europa a un ritmo frenético,  y como consecuencia de ello, no saben en qué país se encuentran en cada momento. Pues del mismo modo, al igual que estos resignados turistas, el sentimiento de despiste se va apoderando de los vecinos y comerciantes de la Ronda de Sant Antoni. Porque después de las buenas intenciones del ayuntamiento allá por el año 2018, hoy en 2021 se van modificando las cosas...y mañana,…pues ya veremos.

La Ronda de Sant Antoni, se sitúa como limite occidental entre los distritos de Ciutat Vella y el Eixample, tiene el trazado de la antigua muralla construida en 1377. Su nombre proviene del antiguo portal del convento de Sant Antoni Abad. Nombre que se le dio también al primer mercado situado a las afueras de la ciudad, obra del arquitecto Antoni Rovira i Trias. La Ronda de Sant Antoni ha constituido desde hace ya muchos años una de las zonas más céntricas y comerciales de la ciudad, un importante eje comercial que se prolongaba hasta la plaza de la Universidad. Una calle que ha alojado el mercado ocupando gran parte de la misma, con un impacto visual y funcional consecuencia de la instalación de una carpa que la provisionalidad llevó a que estuviera instalada una década. Sin embargo la retirada de esta instalación ha dejado sus huellas, una base de hormigón en el pavimento que ocupa casi la totalidad del ancho de esta vía.

El consistorio en 2018, preveía la reforma urbanística de la calle en dos fases, hasta y todo en esta misma fecha contaba con un proyecto pactado y avalado por vecinos y comerciante.

A más a más, desde diferentes asociaciones, tanto de vecinos como de comerciantes, se denuncia lo que se ha venido en llamar el mercado de la miseria. Donde decenas de personas venden todo tipo de objetos, muchos de los cuales están extraídos de la basura. Una degradación del espacio público que una arteria comercial como esta, no se merece. En definitiva, como una pesadilla donde la inseguridad y el incivismo campa a sus anchas.

Este pasado mes de mayo el ayuntamiento presentó un plan de mejora de la zona, sin embargo, se está a la espera de la realización del mismo, ya lleva más de tres años desde que se anulará el concurso de adjudicación de las obras en el año 2019. Una paralización del proyecto que en su día, dejó este espacio en permanente estado de degradación. Una reforma que se hacía y se hace necesaria, y que venía determinada y así pactada, tras el desmontaje de la carpa provisional. La reforma preveía ampliar las aceras, ubicar espacios de estar entre arbolado, terrazas y pacificar el trafico como una área peatonalizada. En la actualidad parece ser que el proyecto podría sufrir modificaciones.

La Ronda de Sant Antoni continúa en un estado de letargo y a la espera de un proceso de transformación urbanística que fue pactado por todas las partes interesadas, y que aún hoy día está sujeto a cambios. Un escenario que nos lleva a pensar que no sea como el final de la película de Mel Stuart, que al final del viaje apenas nadie se acuerda de nada. Porque puede ser que sea como aquel refrán que decía: Donde dije digo, digo Diego.