Pere Macias es un político clásico. Ingeniero de caminos de profesión, cuenta con una larga trayectoria política. Ha tenido responsabilidades muy distintas en varias administraciones: la local, la supralocal y la autonómica, como consejero de Medio Ambiente y de Política Territorial. Tuvo responsabilidades como político de CiU, una marca que ha desaparecido. Ahora es coordinador de la oficina de Rodalies en Catalunya, y se encarga, sin un poder concreto, de velar por las inversiones en curso, de contrastar con el Gobierno central lo que se necesita y de dialogar con el Govern de la Generalitat. Político ya retirado, ¿se jugaría su mayor o menor prestigio adquirido durante tantos años –fue senador y diputado en el Congreso—en una operación falsa y simplemente cosmética del Gobierno socialista de Pedro Sánchez?

No lo necesitaría, en todo caso. Macias asegura a Metrópoli, a través de una amplia entrevista, que pidió, primero, garantías a los dirigentes de Adif y de Renfe para hacerse cargo de esa oficina. No se podía decir que se implementarían inversiones si éstas, finalmente, no llegaban. Y esos responsables, entre ellos Isaías Táboas –presidente de Renfe, ex secretario de Presidencia de la Generalitat con el presidente José Montilla—le dejaron claro que confiaban en él y en su independencia de criterio.

Macias es un nacionalista. No lo niega. Defiende el principio de otorgar el mayor poder posible a la administración más cercana al ciudadano. Y, desde esa condición, Macias constata que Adif invierte como nunca lo había hecho en Catalunya y que está en marcha un plan en dos fases, hasta 2025 y hasta 2030, para mejorar de forma sustancial el servicio de transporte ferroviario. Los recursos están garantizados, las adjudicaciones en marcha y las ejecuciones comienzan a dar resultados.

Sin embargo, las críticas a Cercanías son más duras que nunca. Hay incidencias, cierto, y Macias no las niega. Pero destaca que, precisamente, se producen porque hay obras en marcha. Y los usuarios de Cercanías valoran con un 7,7 sobre 10 el servicio, como destaca el sondeo del Centro de Estudios de la Generalitat (CEO).

Entonces, ¿qué ocurre? La evolución de la política española marca en gran medida la situación de Cercanías en Catalunya. Fueron los políticos catalanes, los que tenían poder, los que no pusieron sobre la mesa esa prioridad con sus votos en el Congreso. ERC no ha pintado nada en la política española hasta este mandato. Quién sí tuvo poder fue CiU. Macias reconoce que ahí está la hemeroteca para asumir ese legado y que él mismo no se puede esconder. Hubo una apuesta determinante por la alta velocidad, por la conexión del AVE que ha llevado a un hecho excepcional: todas las capitales de provincia catalanas estás conectadas por AVE. A políticos de la izquierda verde, de ICV, como Joan Herrera, se le descalificaba como “el noi de la bicicleta”. Se quedó solo reclamando inversión en la red ferroviaria convencional, es decir, en Cercanías, que se sacrificó a favor del AVE.

Fue el PP, sí, quién más apostó por ello, con el aplauso de CiU. Y cuando gobernó el PSOE, en tiempos de Rodríguez Zapatero, una ministra como Magdalena Álvarez, no ayudó, precisamente, a iniciar una rectificación. Sí se intentó con el ministro Pepe Blanco, pero llegó la crisis económica, como señala Pere Macias. Y no se ha retomado nada en serio hasta el actual gobierno de Pedro Sánchez. Esa es la realidad que Macias pone sobre la mesa, pero que el independentismo es incapaz de reconocer. Al revés. A Macias, tras la entrevista en Metrópoli, le han acusado en las redes sociales de “vendido”, y de estar al servicio de un gobierno que “miente”.

Las obras, en todo caso, están ahí. Y claro, causan malestar, porque ahora se ha querido recuperar el tiempo perdido, tal vez con demasiados proyectos al mismo tiempo.

A los gobiernos hay que pedirles responsabilidades y a las fuerzas políticas hay que recordarles de vez en cuando sus actuaciones en el pasado. Y todo el nacionalismo catalán, el de CiU y el de ERC, se obsesionó con la alta velocidad y el supuesto sacrilegio de que el primer AVE en España se construyera entre Madrid y Sevilla, y no el de Madrid a Barcelona, que se acabó realizando.