La dulce Navidad, o el agrio solsticio de invierno de Ada Colau, ha consistido en subvencionar gastos como una actividad sobre menstruación sostenible. Lo ha cometido dentro de unos cursos de consumo responsable que han tratado sobre “el ciclo menstrual de una manera ecológica”. Y con una técnica del diagrama lunar para vivir la menstruación en positivo, según la web oficial del Ayuntamiento de Barcelona. Dicen que para luchar contra la opresión de las mujeres por el mero hecho de serlo, y mediante una cooperativa allegada a las comuneras, promocionan artículos de regalo como compresas de tela, bolas chinas, copas y esponjas menstruales. Exactamente lo contrario de los perfumes y cosméticos agradables que se anuncian en estas fechas por televisión. Pero es  que ellas pretenden “cambiar las reglas del mundo, las decisiones de compra y el consumo responsable”.

Coincidiendo con los cambios hormonales y alteraciones neuronales propios de la edad, la obsesión de Ada Colau por la regla se acentúa al ritmo de una menopausia irrefrenable. Incapaz de leer ni de comprender el tratado sobre La vejez de una feminista de verdad como Simone de Beauvoir, la alcaldesa continúa proyectando sus manías y sus frustraciones personales contra la ciudad y contra el comercio. De aquí que, precisamente en estas fechas de crisis ya casi letal para las pequeñas tiendas, se apunte a boicotear el Black Friday, las rebajas, los descuentos y todo lo que agrada a las mujeres con buen gusto en fragancias, cosmética e higiene íntima científicamente avanzada y avalada por las doctoras en ginecología.        

Cuando ya ninguna encuesta, sondeo ni barómetro aprueba su gestión; cuando ha batido todos los récords de mala fama de Barcelona; cuando tantos barrios y vecindarios le plantan cara por su despotismo, Colau se enroca en sus decisiones. Las sostiene sin argumento alguno y culpa de todo a una prensa a la que insulta y desprecia porque no puede ni sobornarla ni engañarla. Con el rencor que escupe al ver que ya ha quedado al descubierto que sólo era, es y será un bluf. Una marioneta en la cuerda de sus jefecillos del negocio Desc. Personaje sin personalidad, advenediza, oportunista y arribista, pretende cambiar unas malas reglas que sólo son las suyas, como el dogmatismo, la memez, la estulticia y el dictar a la comunidad lo que debe hacer incluso con su vida íntima.

Iracunda muñeca rota de un pensamiento antisistema que actualmente es lo más retrógrado del sistema, intuye que ya da sus penúltimas pataletas y que sólo le queda malgastar el dinero público en provecho propio de los de su costra. Su única autodefensa, como es tradicional, se basa en que se la critica por el hecho de ser mujer. Pero lo cierto es que no cabe en su cabeza que, simplemente, se la cuestiona porque es una autoridad inútil y perjudicial empeñada en desgraciar Barcelona. Tan corta de miras y de luces, que ni ha captado todavía que la regla suele ser azul en toda la publicidad televisada del mundo libre.