Una de las noticias más comentadas que nos dio la jornada electoral del 10N fue la debacle de Ciudadanos (Cs), que pasó a nivel nacional a quedarse ni más ni menos que con una sexta parte de su representación.

Mucho se ha comentado sobre el por qué de la pérdida de voto de Cs a nivel nacional, pero a mi juicio, lo realmente sorprendente, fue la enorme pérdida de voto en el que hasta hace pocos días era considerado un feudo inexpugnable de Cs: El distrito de Sarrià Sant Gervasi.

Desde su nacimiento, si ha habido un distrito que ha permanecido fiel al partido, con un porcentaje invariable de votos, que ha oscilado en los últimos cuatro años entre el 15 y el 30%, éste ha sido el de Sarrià Sant Gervasi. Todo ello fue debido principalmente a la agrupación del partido en dicho distrito, la cual funcionaba a la perfección. La agrupación de Sarrià Sant Gervasi era la envidia de Barcelona. Llenábamos los actos del partido, salían voluntarios para acudir a donde fuera, y nuestras carpas informativas, a diferencia de las organizadas en otros barrios en donde acudían dos o tres personas, llegaron a llenarse con hasta 30 personas (algunos incluso, en tono jocoso, decían que en vez de carpas informativas organizábamos manifestaciones). Todo ello condujo a que, en las últimas elecciones municipales, mientras en otros distritos sacábamos un resultado más bien discreto, en Sarrià St. Gervasi se consiguió el hito histórico de ganar por primera vez a Convergencia (ahora JuntsxCat), siendo Cs primera fuerza con casi el 25% de votos, a mucha distancia del segundo.

Entonces, ¿qué es lo que ha sucedido para que en este distrito, Cs haya pasado en cinco meses de ser primera fuerza a séptima, y de tener casi un 25% de votos a tener poco más del 6%, dejándose casi 14 mil votos en el camino?

Alguien me dijo alguna vez que en este país lo que verdaderamente hace perder votos a un partido es la división interna, y ésta es a grandes rasgos la principal razón. Una agrupación totalmente cohesionada se empezó a venir abajo por las (a mi juicio) equívocas tomas de decisiones que se realizaron tras las municipales.

En primer lugar, tenemos el bombazo que supuso la ruptura del pacto con la plataforma de Manuel Valls ante la investidura de Ada Colau, en la que la dirección de Cs, que hasta entonces nos imponía seguir ciegamente al nuevo líder, de la noche a la mañana nos impuso un cambio drástico de criterio pasando a perseguir a los que apoyaban públicamente la actuación de Manuel Valls (entre los que me incluyo).

En segundo lugar, si bien no era nuevo hasta entonces, el enchufismo y la dedocracia se hizo más que palpable en la designación de los nuevos consellers del distrito. Lejos de premiar a alguno de los muchos militantes que habían dedicado horas desinteresadamente por el partido, se utilizó los tres puestos conseguidos para colocar a gente cuyo único mérito había sido el amiguismo y el servilismo. Tal es el caso de Jordi Obon, antiguo conseller en St. Andreu (ya me dirán que pinta de conseller en Sarrià un señor que vive en St. Andreu), cuya amistad con el Secretario de organización del partido, Fran Hervías, es más que conocida. O el de Eva Eladi, la cual se le designa por el simple hecho de ser amiga de la anterior consellera y ahora diputada, Mercè Escofet (quien a su vez ha llegado tan lejos por el simple hecho de ser pareja sentimental del actual portavoz municipal, Paco Sierra).

Pues bien, toda esta situación explotó en la asamblea de agrupación del pasado 18 de septiembre en la que se vivieron momentos de mucha tensión debido al nombramiento por “méritos propios” de las personas que he citado anteriormente, poniéndose de manifiesto el malestar porque se anteponían los intereses personales de algunos a los intereses del partido. Este hecho provocó la dimisión de dos vocales de la junta de agrupación, una de ellas, la de la responsable de comunicación, que desde que dimitió no se ha realizado ninguna publicación en las redes sociales de la agrupación de Sarrià, ni siquiera para la última campaña electoral del 10N.

Ante toda esta situación, cabría preguntarse, ¿cómo reaccionó el partido? Pues de la única manera que sabe, señalando y aislando al discrepante, haciendo caso omiso a las críticas constructivas, y respaldando aún más si cabe a los cargos públicos cuestionados por la militancia.

Ante todo este panorama, y lo que queda por venir, no nos cabe más remedio que preguntarnos ¿Quo vadis Cs Sarrià St Gervasi?