Es bien sabido que cuando los directivos de un equipo de fútbol anuncian públicamente que confían en el buen hacer de su entrenador, éste tiene los días contados. También sabemos que cuando el capitán del barco anuncia a los señores pasajeros que no tienen nada de lo que preocuparse es que estamos a bordo del Titanic. Por la misma regla de tres, cuando el portavoz de un gobierno exclama: «¿Crisis? ¿Qué crisis? ¡No hay ninguna crisis!», quiere decir que los señores ministros o consejeros están cosiéndose a navajazos a puerta cerrada, o que pintan bastos para la economía, según sea el caso y según sea el gobierno. Por lo tanto, cuando las autoridades comenzaron a pedir en voz alta que no cundiera el pánico entre los expositores del Mobile World Congress, cundió el pánico, no iba a cundir.

Por regla general, cuando escribo estos artículos me tomo un tiempo que esta vez no ha sido posible tomar, porque quería escribir sobre eso del Mobile y de repente me anunciaron que iban a decidir antes de lo previsto si seguían adelante o si lo chapaban y hasta luego, Lucas. Esperé, pues. Perdonen, por tanto, las barbaridades que pueda haber escrito con tanta prisa.

Para disgusto de putas, taxistas y hoteleros, el pánico pudo con las llamadas a la calma de las señoras autoridades y el Mobile se ha dejado para el año que viene. Como de costumbre, pagarán el pato miles de personas a las que les hubiera ido muy bien un contrato temporal de mierda para llegar a final de mes, que se han quedado sin nada. En la prensa internacional aparecerá el nombre de Barcelona asociado al de una pandemia que ha obligado a chapar el Mobile, y no creo que eso sea una buena noticia.

De todos modos, para lo que quería señalar tanto hubiera dado que el Mobile siguiera adelante o no. Verán: cuando alguien señaló que el Mobile podría ser un lugar ideal para contagiar el covid-19 (nombre del coronavirus de Wuhan), las autoridades se apresuraron a asegurar a los señores asistentes y expositores que no iban a correr ningún peligro. «Tenemos un buen sistema sanitario», decían, y es verdad. Pero es que, además, iban a tomar medidas. ¿Qué medidas, por cierto? Alguien propuso seriamente repartir mascarillas entre los asistentes a la feria, pero la propuesta no llegó muy lejos. Sin embargo, la propuesta que tuvo más publicidad fue la recomendación a los participantes en el Mobile de no darse la mano, no fueran a contagiarse todos. Pude oír con éstas, mis orejas, a diversas autoridades municipales y autonómicas insistir en lo de no darse la mano, y acto seguido asegurar que no había de qué preocuparse, que estaba todo bajo control, etcétera, con los previsibles efectos que ya sabemos.

Pero ¡atención! ¿Alguien se dirigió a los barceloneses para calmar los ánimos? No. Tal cual, nadie. Uno leía los periódicos y escuchaba la radio y parecía que sólo preocupaba la salud de los asistentes al Mobile… y que se iba a liar gorda si asistían. Las autoridades no han conseguido calmar a los asistentes al Mobile, que han cedido ante la histeria, pero les aseguro que lo que sí han conseguido es sembrar la inquietud entre los ciudadanos de a pie, a los que nadie recomendó nada.

Sólo faltaba la puntilla de la alcaldesa de Vic, que acabó de rematar la faena. Recomendó la señora Erra hablar en catalán a cualquiera que no tuviera el aspecto de un catalán, sin especificar qué aspecto era ése, y ahora imagínense a los visitantes del Mobile, todos con mascarilla, privados, por esa circunstancia, del aspecto típico de un catalán.

De verdad, podríamos exportar imbéciles y no nos faltaría trabajo.