La política se vulgariza. Convertida en un espectáculo de muy baja intensidad, los reproches se imponen al debate y no solo en las redes sociales. Días después de que el PDeCAT lanzara el “Run Run” para descalificar la obra de gobierno de Ada Colau, Barcelona en Comú ha replicado con 200.000 panfletos que 300 voluntarios repartieron en las bocas del metro para ensalzar su gestión. Y, en medio, la mayoría de los ciudadanos pide soluciones a sus problemas.

El malestar de algunos sectores hacia el gobierno de Colau crece día tras día. Uno de los gremios más combativos es el de los taxistas, en pie de guerra desde hace varios meses por la irrupción de Uber y Cabify. También están muy molestos con algunos cambios introducidos en la movilidad de la ciudad.

Los trayectos por la ciudad se ralentizan. También los desplazamientos entre el aeropuerto y la capital catalana. Los taxistas están indignados y muchos señalan a Colau de ser la responsable de tantos atascos. Este jueves, por primera vez, escuché una sentencia que me dejó perplejo. “Se han cargado la onda verde”, me comentó el conductor. Sin entender nada de lo que había dicho, le pedí explicaciones.

Barcelona, me contó, es un caos y recalcó que el gobierno de la ciudad se ha cargado la sincronización óptima de los semáforos, supuestamente, para congestionar mucho más el tráfico. Indignado, argumentó que el actual Ayuntamiento está obsesionado con algunos proyectos como la unión del tranvía por la Diagonal, que comportará daños colaterales importantes en algunas calles del Eixample, y busca argumentos para dificultar la movilidad.