Tenemos un Govern que sirve para inventarse un reaseguro, un aval de avales que libere a quienes malversaron fondos públicos de afrontar sus responsabilidades económicas. Algo así como una póliza que cubre económicamente a quienes han perdido el permiso de conducir, pero que entra en vigor años después de que sus beneficiarios se hayan saltado las normas y perdido todos los puntos. Sirve también para extraer 10 millones de euros de las distintas consejerías, unos recursos que ya no podrán emplearse en los fines a que estaban destinados.

Ya veremos cómo acaba la historia del artilugio, pero lo que aquí interesa hoy es que el Govern pisa la línea roja y arriesga para salvar el patrimonio de los compis que se extralimitaron. Y, sin embargo, a la hora de implementar medidas para proteger a los ciudadanos de la explosión de la quinta ola del coronavirus, todo son miramientos, recomendaciones y reflexiones.

Pere Aragonès y el resto del Consell Executiu demuestran una vez más que no están en política para gestionar el interés público, sino para desarrollar un proyecto al margen de lo que ocurra en el país. La sanidad vuelve a estar desbordada, la principal industria del país, el turismo, pincha por el elevadísimo número de infecciones, el sector del automóvil –fundamental para la economía catalana-- atraviesa un momento crucial y lleno de incertidumbres, pero en Palau solo están a sus cosas.

Se han visto obligados a corregir el tiro de una desescalada otra vez mal hecha, pero se limitan a dar recomendaciones y a dejar en manos de los ayuntamientos la responsabilidad última de la lucha contra los contagios entre los jóvenes. Están viendo como Valencia, comunidad vecina y en mejores condiciones epidemiológicas, toma una decisión legal y valiente para decretar un toque de queda que frene los contagios, mientras ellos se limitan a proponer el adelanto del cierre de establecimientos públicos y un tímido endurecimiento del aforo en las reuniones sociales.

Han tenido que salir alcaldes de toda Cataluña a llamarles la atención públicamente por su irresponsabilidad para que al final hayan dado un paso al frente sacando la cabeza de debajo del ala e imitando a Ximo Puig. ¡Qué vergüenza! ¡Qué nivel acaban de demostrar ante el resto del país y ante los mercados emisores, atentos como están a las decisiones de las autoridades sanitarias regionales españolas!

Aragonès debe añorar los tiempos en que la Generalitat se limitaba a llevar la contraria al entonces ministro de Sanidad, Salvador Illa, y al presidente del Gobierno cada vez que tomaban una decisión en la lucha contra la pandemia. El fin del estado de alarma les ha puesto ante el espejo de una incompetencia y falta de arrojo intolerables. Ante el desastre. ¿Esos son los avales con que piensan acudir a las reuniones bilaterales, a la mesa del diálogo con la Administración central, y reclamar mejores condiciones para la Generalitat? ¿Para hacer qué?