El año dedicado al arquitecto modernista se acaba. Una efeméride que ha coincidido con los 150 años de su nacimiento o con los 100 de su llegada a la presidencia de la Mancomunitat de Catalunya (tras la muerte del hasta entonces máximo representante de la institución: Enric Prat de la Riba). Arquitectura y política, un binomio que siempre le acompañó.

En aquella época, la calle Ferrán de Barcelona era la más cool de todas. Una especie de paseo de Gracia. Allí se encontraban las boutiques y los restaurantes más lujosos. Entre ellos, la joyería de Eusebi Macià. Un reputado orfebre que contrajo matrimonio con la escritora feminista Dolors Monserdà. Su hija acabó casándose con el arquitecto de Mataró. Por lo tanto, no resulta nada extraño que le encargasen el diseño del establecimiento. Y, ¿qué ha quedado de él? Pues lo suficiente como para hacerse una idea de la espectacularidad del comercio.

Les recomiendo que la próxima vez que visiten la calle Ferrán echen un vistazo al local de la multinacional Starbucks Coffe (antiguamente ocupado por la tienda de ropa Escorpión). Les sorprenderá el suelo, un mosaico al más puro estilo opus tessellatum. Y el techo, un artesonado de maderas nobles decorado con las grafías en pan de oro de grandes artistas. Todo ello de Puig i Cadafalch. La mayoría de clientes, sean turistas o locales, creen que es una decoración surgida del departamento creativo de la multinacional, por aquello de estar en Barcelona, ciudad modernista por excelencia. Nada más lejos de la realidad.

La joyería Macià era sólo un ejemplo del lujo que podía encontrarse en la calle Ferrán, así bautizada para rendir homenaje al monarca borbónico Fernando VII. No obstante, algunos cronistas recuerdan que la fuerte tradición republicana de la ciudad derivó en alguna que otra intervención sobre el mobiliario urbano de la vía. Como aquella de completar con pintura el nombre que aparecía en las placas. De tal manera que a la mañana siguiente podía leerse: Calle de Fernando VIL. Desde entonces ha desaparecido la numeración romana. Y así ha quedado.

Allí también abrieron un espectacular punto de venta la familia Bosch (los del Anís del Mono), la chocolatería Juncosa o los joyeros Masriera. Además de la Librería Universitaria, que en 1893 recibió la visita de la mismísima emperatriz Sissi. Iba en busca de obras de Shakespeare en inglés y francés.

Puig i Cadafalch también reformó el edificio que inaugura la calle por el extremo de la Rambla. Un encargo de la antigua Orfebrería Miele y Cía, que ahora ocupa el restaurante de comida rápida KFC. Frente a él, un McDonald’s, entonces sede de la prestigiosa confitería Pere Llibre. Signos de los tiempos, que diría aquel. Cerca, en la esquina con la calle Rauric, se encontraba la Casa Pince (actual Hotel Adagio), uno de los restaurantes de mayor postín.

En uno de sus salones expiró quien fuera alcalde de Barcelona, el doctor Robert. Muy estimado por sus conciudadanos al apoyar una iniciativa de los industriales y comerciantes de la vila: la de no pagar más impuestos. Un aumento de tasas provocado por la pérdida de las colonias en 1898. Desde Madrid se optó por compensar dicha pérdida de ingresos con un aumento de la carga fiscal a los catalanes. En fin, la historia se repite. Y, si no, recuerden uno de los mayores deseos del arquitecto Puig i Cadafalch: hacer de Barcelona “una Bruselas del Sur”.