Hay personas (y partidos políticos) que siempre caen de pie. Por mucho que algunos los entierren, su afilado sentido de supervivencia los mantiene a flote. El PSC es un buen ejemplo de ello. Y Jaume Collboni es su máximo exponente.

Tras las últimas municipales de 2015, en las que cosecharon los peores resultados de su historia (17% de los votos), los socialistas catalanes están gobernando ahora en las cuatro capitales de provincia. Y siempre con equilibrios distintos. En Lleida con el apoyo implícito de Ciudadanos, en Girona junto a Convergència, en Tarragona gracias al PP y Unió, y en Barcelona de la mano de los comuns. Todo es posible en la casa socialista.

Lejos de convertirse en un partido residual, el PSC tiene una habilidad inaudita para tocar moqueta; situándose siempre en la centralidad política, por mucho que esta se mueva constantemente.

Relegados a la quinta fuerza y con solo cuatro regidores en Barcelona, Collboni es el más listo de la clase. Ha conseguido convertirse, dos años después de los comicios, en la cara amable del gobierno municipal. Eso sí, jugando al despiste, regateando conflictos e insinuando (cuando conviene) leves desencuentros con sus socios de gobierno.

Si ahora es el turismo el que está en boca de todos, los socialistas son capaces de estar en misa y repicando. No es difícil escucharles cómo critican en los pasillos la supuesta “turismofobia” de los comuns y, minutos después y ante las cámaras, defender cada una las propuestas del gobierno municipal. Ubi concordia, ibi victoria.

Hagamos la prueba con otros ejemplos. ¿Cuál es la solución de Collboni para la crisis de Glòries? ¿Está a favor del tranvía por la Diagonal tal y como se plantea? ¿Qué opina sobre la remunicipalización de los servicios básicos? Collboni no se moja y ni siquiera los periodistas que siguen la actualidad municipal coincidirían en las respuestas.

En los grandes temas de ciudad, el PSC vira a menudo su posición y parece ir siempre a remolque de los demás. Una estrategia preconcebida para mantener una supuesta equidistancia. Nunca se sabe, reconocen fuentes del partido, con quién tendrá que pactar dentro de dos años. Quizás la propuesta de Xavier Trias, que sugiere un tripartito con PSC y ERC, no sea tan descabellada como parece. Todo dependerá de lo que suceda a partir del 2 de octubre. El referéndum, también en Barcelona, será un punto de inflexión.