La pasada semana se cerró el ciclo electoral municipal con el acuerdo de gobierno del Àrea Metropolitana de Barcelona, el último ente supramunicipal pendiente. En el acuerdo, están todos los partidos con algún alcalde metropolitano. La presidencia ha recaído en Ada Colau, por una ley no escrita que cede la presidencia al alcalde o alcaldesa de Barcelona, los socialistas han asumido la vicepresidencia ejecutiva y comunes, ERC y Junts per Catalunya, asumen las vicepresidencias, hasta un total de once.

El facedor del acuerdo ha sido Antonio Balmón, el alcalde socialista de Cornellà. Sin embargo, sorprende el resultado final. Los socialistas ganando, casi con mayoría absoluta, han cedido áreas de poder fundamentales en la gobernabilidad. O sea, que ganando han perdido. Han renunciado a gobernar, a hacer política desde las instituciones, a tomar la iniciativa. Quizás, en el fondo de esta decisión, está la filosofía de Balmón que considera el Àrea como un mero organismo gestor, pero lo cierto es que desde el gobierno metropolitano se hace política. Y eso lo ha demostrado Colau y sus comunes en los últimos cuatro años. En consecuencia, el PSC ha decidido tener un papel sumiso a los comunes en el Área Metropolitana.

También sorprende este acuerdo después de la trayectoria negociadora de los socialistas tras las municipales. En Barcelona, Collboni ha impuesto un gobierno acordeón a los comunes. Los socialistas han sido fundamentales para romper “la unidad de acción” de los independentistas, pactando indistintamente con Junts per Catalunya o Esquerra Republicana, con el botón de muestra de la Diputación de Barcelona. ¿Por qué los socialistas claudican en el Àrea Metropolitana?

Las respuestas son múltiples. Primero, el propio talante de Balmón que rehuye el cuerpo a cuerpo. Segundo, porque en estos últimos cuatro años los comunes salieron en auxilio del vicepresidente en algún gazapo de envergadura que puso a los socialistas contra las cuerdas, sobre todo, con la adjudicación de algún concurso. Y tercero, porque parece que los socialistas tienen “prejuicios” para afrontar alguno de los debates que se van a poner encima de la mesa en esta legislatura, como la gestión del agua.

Los comunes se han quedado con el área de medio ambiente, donde Eloi Badia ha levantado su cruzada contra AGBAR prometiendo agua más barata si la empresa es remunicipalizada. Una afirmación que como eslogan hace temblar las piernas a los socialistas, pero como realidad es un oxímoron, los comunes no han presentado ningún documento que constate esta afirmación, como dice machaconamente el PSC de Barcelona. Pero Balmón ha preferido pasar de puntillas en la negociación con este aspecto. Los socialistas siempre partidarios de la colaboración público-privada, ahora agachan las orejas ante las maximalistas posturas de los comunes. No es la primera vez. Tampoco Balmón se erigió como baluarte ni en los conflictos internos del PSC, del PSOE, ni con el derecho a decidir. Es más partidario de amagar, de guardar los problemas en el cajón, para no poner el riesgo el reparto del poder. Una curiosa manera de gobernar. El PSC ha ganado pero ha perdido. Balmón sigue siendo vicepresidente primero, ganando.