Hace un par de semanas más de mil personas se manifestaron en la Plaza de Sant Jaume contra la gestión de Ada Colau. Desde el consistorio se congratularon de que la manifestación no desbordara las previsiones, sin embargo, esta posición es en sí misma un error. Quizás no eran muchos, pero sí variados. Todos los sectores sociales. Desde comerciantes hasta asociaciones de vecinos pasando por restauradores o entidades deportivas bajo un denominador común: hartazgo. Un hartazgo que sobrepasa el perímetro de los partidos. Desdeñar la protesta acusando a la derecha de organizarla es un grave error.

Así lo debió ver la alcaldesa Colau, porque una cosa es lo que se dice y otra lo que se hace. La reunión con Josep Sánchez Llibre es todo un ejemplo. El presidente de Foment llegó a la gran patronal catalana en noviembre de 2018. Desde entonces Colau lo ha ninguneado negándole una reunión porque Sánchez Llibre era la cara visible de los muchos que están en ese hartazgo. Lo citó en la Plaza de Sant Jaume y ambos hicieron un Tarradellas. Ambos mantuvieron sus posiciones, aunque Sánchez Llibre le dijo lo que pensaba a la cara y logró que Colau entreabriera la puerta, porque la alcaldesa sabe que el documento que le presentó el presidente de la patronal es la esencia del hartazgo ciudadano. Hartazgo por esa ciudad que está construyendo el equipo de Gobierno, una ciudad aburrida en la que no hay soluciones a los problemas cotidianos y donde todo es un problema. Un equipo de gobierno tiene que liderar una ciudad, pero la ciudad está en suspensión de pagos, y la quiebra se vislumbra a la vuelta de la esquina. Un equipo de gobierno que actúa como si tuviera la mayoría absoluta, sin escuchar y sin consenso.

Insisto, la manifestación es una muestra del malestar, de ese hartazgo por la decadencia de Barcelona, pero sigue faltando un líder que sepa aglutinar este cansancio. A un líder serio me refiero, no un remake del invento de Barcelona pel Canvi. Las plataformas electorales tienen fecha de caducidad. Si consiguen el poder se consolidan, sino lo consiguen desaparecen como un azucarillo. Por tanto, este liderazgo debe tener obligatoriamente un partido detrás.

Que tomen nota todos y cada uno de los partidos actualmente presentes en el consistorio. El conglomerado del nacionalismo moderado ha sido el primero en mover pieza. Àngels Chacón, la líder del PDECat, dio el primer paso al frente porque es consciente de que el conglomerado del nacionalismo moderado se la juega en Barcelona. Es su ser o no ser. No aspiran a ganar, pero su entrada en el consistorio podría cambiar la correlación de fuerzas. Ahora parece que van en serio y se consolidará un acuerdo de Pascal, Fernández Teixidó, Lliga Democràtica, y otros grupos bajo el liderazgo del PDECat que se ha quitado plomo independentista de las alas. Por su parte, Junts per Catalunya haría mal en camuflarse, o apropiarse, tras esta protesta, porque en Sant Jaume no había solo independentistas y no había solo gente de derechas. Instrumentalizar el cabreo solo se puede hacer tras un líder y no parece que Elsa Artadi lo sea aunque últimamente se ponga sus mejores galas.

Sin duda, la manifestación marca un punto de inflexión. Hay cabreo pero no hay líder. Mucha gente, más allá de los 1.200, quiere decir alto y claro Prou, pero seguimos sin nadie a quien seguir. No parece que Maragall despierte a las masas y el PSC está esperando su momento. El problema de esperar es que el arroz se puede pasar.

Muchos decimos Prou, pero seguimos huérfanos. Muchos cabreados, pero perdidos. La manifestación es todo un ejemplo. Hay muchos cabreados pero perdidos, sin rumbo. Hasta Colau se ha dado cuenta. Entramos en un nuevo escenario y el partido que lo sepa leer ganará. Los que no se sientan concernidos por el malestar creciente perderán o nos abocarán a un consistorio ingobernable en 2023. Hace mal Junts en camuflarse tras este movimiento, hacen mal quienes no escuchan y hacen mal quienes esperan que la alcaldía les caiga como fruta madura, como si fuera algo hereditario. La manifestación es un punto de inflexión y este año y medio promete ser apasionante