Mi hermano me ha dado permiso para que hable de su caso. Le operaron de una hernia, hace ya días. Como es de suponer, la espera para la cirugía duró meses. A la hora de quitarle los puntos, descubrieron que se le había formado un seroma. No es grave, pero sí muy molesto. Tienen que limpiar la herida lo menos una vez al día y llevará semanas que cicatrice, porque es un señor seroma. El trato del personal sanitario, exquisito. Tenemos unos profesionales que no nos merecemos, de primera. El problema es otro. No será el primer día, ni el segundo, ni siquiera el tercero, que mi hermano tiene que pagar de su bolsillo las gasas y los apósitos que emplea el enfermero o la enfermera de turno para su cura diaria. ¿La razón? Se les agota el material en el CAP, se quedan sin existencias y no les llegan nuevos suministros. Si se da el caso y hay suerte, tira de receta; cuando no la hay, de la cartera. Un recorte en sanidad pública catalana del 27,5% en diez años, y ahí sigue, es lo que tiene. Al final, lo notas.

Me llamó el otro día por teléfono para preguntarme si sabía la última de «Jotambé». Entre nosotros, «Jotambé» es la señora Colau, alcaldesa de Barcelona. Hubo una temporada en la que uno decía que había tenido problemas con tal cosa y salía la señora Colau con prisas a decir que ella también. Con tal cosa, con tal otra, con la de más allá... Ella también. De ahí el mote. Me remito a las hemerotecas, si no me creen. «Pues, oye, ¡que también la han operado de una hernia! Como la mía», me dijo, y me invitó a leer sus declaraciones, que pretendían «visibilizar» el trauma físico y psicológico que acarrea la maternidad.

Avant la lettre, como dicen en francés, ojalá se recupere bien de la operación, señora Colau, y disfrute de muy buena salud y de toda su vida de aquí en adelante. Lo digo de corazón. Sé que sus intenciones son buenas, no lo dudo; sólo me atrevo a proponer que la próxima vez que suelte un «yo también» no se quede en la narración de sus aventuras. No digo que no a «visibilizar» un problema, el que usted prefiera, pero mejor sería proponer medidas concretas y realizables para intentar ponerle remedio, creo yo. Si nos quedamos con la anécdota de lo que usted una vez también hizo, dijo o sintió no saldremos nunca del «visibilizar».

Ya puestos, también rogaría al universo mundo que paren ya de «visibilizar» cosas, cuando se pueden «mostrar», «enseñar», «descubrir», «destapar» o qué sé yo. A todos los que tienen una voz pública les rogaría que dejaran de «visibilizar». ¿No tienen a mano otro verbo más simple y adecuado? Lo que vale para «visibilizar» vale también para muchos otras palabras. No por hablar raro se habla mejor, oigan. ¿Qué mejor propósito para el año que comienza que dejarse de eufemismos y tonterías y llamar a las cosas por su nombre? Con educación y respeto, claro que sí, pero con honestidad y precisión. ¿Qué les parece?

Por lo demás, empieza bien este año. Promete un montón de acontecimientos que, tal como asegura Giuseppe Tomasi di Lampedusa, lo cambiarán todo para que en el fondo y la forma todo siga igual. Al menos, en Cataluña. Tendremos elecciones y un festival circense, van a ver. Será todo un espectáculo, despropósito tras despropósito... como ya viene siendo la costumbre.

Por fin y para acabar, muchas personas han hecho largas listas de propósitos y enmiendas y la gran mayoría de ellas se quedarán en las ganas. ¡Nos pierde la ambición! Creemos que un Año Nuevo es como la lotería. Haré esto, haré lo otro... Luego pasa lo que pasa, pero ¡que no decaiga la ilusión! Este año seguiré dieta, me apuntaré al gimnasio, plantaré un libro, escribiré un árbol... ¿o era al revés? ¡Tanto da! Algo saldrá, incluso algo inesperado.

¿Saben qué es lo importante? Que disfruten cada día de esta vida, como dijo Horacio.