Como cada año llega la lucha por los presupuestos. Pero a diferencia de otros años, el clima pre-electoral empieza a poner nerviosos a algunos y las decisiones tomadas por unos y otras empiezas a estar muy marcadas por algo que no debería contaminar en absoluto algo tan importante como la aprobación de presupuestos.

ERC afirma estar convencido de votar en contra de los presupuestos de Barcelona. Una acción que afirman tomar por responsabilidad, pero pese a sus afirmaciones, a nadie escapa el tono electoralista del que de hecho, ya alertaron.

Los republicanos hace ya meses que dijeron que empezarían a ponerse duros con el gobierno municipal. Que había llegado el momento de que fuera más complicado llegar a acuerdos. ¿Qué quiere decir exactamente eso? Solo ellos los saben. ¿Por qué motivo debería darse ese cambio? Eso lo inferimos todos. No es necesario tener nociones de estrategia política para darse cuenta de que, al final, todo acaba siendo un gran paripé. No solo por el hecho de que las argumentaciones sean de poca profundidad, sino porque además todo cuadra con el horizonte electoral. Se acercan las elecciones y toca desmarcarse. Y ese desmarque se disfraza de “interés general” cuando en realidad no es más que puro interés electoral. Debería penalizarse mucho más ser tan cínicos.

Según las afirmaciones de Ernest Maragall la propuesta de presupuestos municipales está lejos de ser considerada interesante para la ciudad. A su parecer Barcelona necesita un cambio de rumbo en el terreno cultural, educativo y de modelo de ciudad. Cambio de rumbo que no especifican y que afirman ya tendrán tiempo de explicar. Imagino que en campaña electoral.

Según los republicanos el gobierno municipal "se lo han ganado a pulso" después de ver cómo se han repetido diferentes incumplimientos de los últimos presupuestos que aceptaron en el pasado. Obviando por supuesto el hecho de que hemos vivido una pandemia mundial que, evidentemente, ha hecho que todos los gobiernos del mundo reestructuren sus prioridades. Y es que en este tiempo lo urgente se ha comido a lo importante. Y ahora toca volver a lo importante.

Lo que no explican quienes se niegan a la aprobación de los presupuestos es en qué beneficia su negativa. Lo que no explican es que el gobierno municipal ha estado (y está) abierto a todos los grupos para discutir y trabajar los contenidos de los mismos. Lo que no explican es que sus negativas, como mucho, persiguen supuestos réditos electorales. Y no es de recibo tratar de enmascararlos en una supuesta preocupación por la ciudadanía. Si te preocupan los ciudadanos de Barcelona tu trabajo es ponerte a debatir y a trabajar junto con el gobierno para buscar el modo de colar en el presupuesto lo que consideras imprescindible. No hacerlo es sencillamente no hacer nada. Más aún teniendo en cuenta la situación global en la que nos encontramos.

Y lo peor de todo es que la mayoría hemos dado por descontado que la política funciona así. Hemos permitido que en nosotros anide la creencia de que es normal funcionar de este modo. Cuando en realidad deberíamos ser capaces de exigir a nuestros cargos públicos que, en lugar de hablar sistemáticamente de responsabilidad empiecen a ejercerla.

Porque decir no a los presupuestos no es decir no y punto. Es imprescindible cuantificar el coste del no. Decir no a los presupuestos es decir no al presupuesto más alto de la historia de la ciudad. Y es hacerlo en uno de los momentos más complicados que hemos vivido en los últimos años. Es decir no a un presupuesto récord en materia de inversión gracias a los fondos Next Generation de la Unión Europea. Es decir no al avance postpandemia. Un avance que necesita de recursos para ser una realidad.

Por eso es tan importante que el gobierno municipal sea capaz de aprobar el presupuesto de este año. Porque de no conseguirlo perderemos más de 400 millones de euros en proyectos que no podrán llevarse a cabo.  Perderemos el aumento de 15 millones de euros en aportaciones al Instituto Municipal de Servicios Sociales que marcan la apuesta de la ciudad por la justicia social. Implicará renunciar a 150 millones de euros destinados a vivienda...

Y eso ni es buena para la ciudad ni es bueno para nadie. Boicotear la acción de gobierno sin abrirse a negociar es tremendamente irresponsable. Actuar por mera táctica política es siempre irresponsable, pero hacerlo después de lo que hemos vivido en estos dos años es de una irresponsabilidad sin parangón.

El gobierno municipal debe seguir trabajando para buscar el modo de conseguir que estos presupuestos tiren adelante. Con actitud abierta, con diálogo, con cesiones, pero sobretodo...pensando en los ciudadanos y ciudadanas de Barcelona que más les necesitan.