Cuando decides seguir una de estas galas desde casa, corres el riesgo de quedarte profundamente dormida. Pero gracias a una cartulina negra como premio (¿consolación?) del público, unos guantes amarillos y la cara de Ada Colau ante el zasca de la T-10, resistí hasta el final. 

¿Qué glamour? Un año más, la invitación exigía "etiqueta" en el vestir. Un año más, y ya van como unas tres décadas, la interpretación "etiqueta" en Catalunya sigue sin entenderse. No es que espere ni desee que los Premis Gaudí se conviertan en la alfombra roja de los Óscars ni en la de Cannes (para "quiero y no puedo" ya existen los Goya). Pero ante la excesiva relajación y desconocimiento indumentario, quizá sería más productivo pedir a los invitados que cada uno acuda cómo le plazca porque aunque se repitiera el desaguisado y esperpento estilístico visto, por lo menos cabría cierta originalidad y nos echaríamos unas risas.

Escenografía Igual que Lluís Llanés consiguió lo imposible al dotar de sensibilidad el antiestético Auditorio del Fórum a través de una delicada y sencilla escenografía; cabría plantearse la necesidad de que una figurinista como Mercè Paloma supervisara el dress code de los asistentes... 

Negro y amarillo Copiando el negro como reivindicación feminista visto en los Globos de Oro y aplicando el detalle en amarillo que exige la libertad de los presos políticos, la conjunción cromática tiñó la gala de una cierta tristeza y decaimiento. Ahora bien, en este combine, algunos –los menos–lo expresaron de cum laude (Raül Romeva con su americana de tres botones y corbata amarilla) y otros –los más–, con mucho menos acierto (a destacar la mujer de los guantes amarillos a la que sólo le faltaba el Fairy).      

¡Zasca T-10! El momento más disfrutón –¿único?– llegó nada más iniciarse la gala. El presentador saludaba a los asistentes con la guasa y sorna que caracterizan a estas galas y una de sus víctimas fue la alcaldesa de Barcelona: "Ada Colau, com estem? Bé? No? No ho sabem?" Si la broma acerca de la insoportable equidistancia de Els Comuns la encajó su líder con una diplomática sonrisa –ya está más que acostumbrada–; la referida a la subida de la T-10 no le hizo ni puñetera gracia a juzgar por cómo se le congeló el rostro. En ese momento, Colau hubiera deseado cubrirse entera con el horrendo pañuelo de señorona con el que pretende emular a su estilosa homóloga parisina, Anne Hidalgo. Y no. 

Una gala muy política Pues sí, es evidente. ¿Pero qué premios cinematográficos no lo son? De hecho, ¿qué hay en la vida que no esté afectado por la política? Yo, si fuera el realizador, hubiera aprovechado el morbo de tener a Isabel Coixet sentada en primera fila para recoger sus expresiones de disgusto y hastío ante cada una de las reivindicaciones independentistas de sus compañeros. Al menos así, los tabarneses también se hubieran sentido representados.

Dulceida La influencer catalana Aida Domènech fue la encargada de entregar el premio del público a los Javis. Entiendo que pretendía ser una manera de representar a la ciudadanía a través de un personaje popular; pero no sé por qué nos empeñamos en estigmatizar al pueblo llano simbolizándolo siempre en Belenes Estebanes y con una cutre cartulina en vez de con una estatuilla.