Ada Colau conquistó el Ayuntamiento de Barcelona gracias a la crisis social, económica y política que en 2015 lo impregnaba todo. Consiguió poner el “postureo” al frente de las soluciones, pero después de cinco años el postureo sirve para bien poco. Es para “alucinar pepinillos de colores”, el motivo del alucine lo dejo a su elección, ver como ante la actual situación, la alcaldesa ha centrado el debate en dos cuestiones: la estatua de Colón y la guerra al coche.  

Josep Tarradellas decía que en “política vale todo, menos hacer el ridículo”. La máxima está totalmente vigente, demasiado vigente. El “postureo” ahora sirve para muy poco, aunque la alcaldesa se empecine en traspasar todas las líneas rojas para instalarse en el ridículo. Las grandes promesas son fiascos bien cocinados. La eléctrica municipal debería ser motivo más que suficiente para cesar a sus responsables. 1800 usuarios. Todo un ejemplo de que las banderas al viento sólo sirven para que ondeen. Con Cementiris, algo más de lo mismo. La guerra del agua, otro ejemplo de cómo no se debe gobernar. Los varapalos jurídicos en España y en Europa deberían hacer pensar, un oxímoron, a los responsables de meterse en estos desaguisados. Anuncian el dentista municipal. Me tiemblan las piernas sólo de pensarlo.

La ciudad se desangra. Los hoteles no abren, apenas un 10% han tenido la osadía, las ejecuciones hipotecarias aumentan y se suman a las del alquiler, Nissan anuncia su cierre, los comerciantes tiemblan ante el futuro que se les cierne envuelto de incertidumbres, el turismo ha desaparecido, la inseguridad está bajo control, pero el temor a su reactivación está muy presente. Poco se sabe sobre el qué piensa la alcaldesa. En sus entrevistas, apenas palabras fatuas, lugares comunes y postureo. Mucho postureo.

Poco se sabe del papel de Colau en el asunto Nissan, más allá de ir a una manifestación de dónde salió escaldada. Poco se sabe de su posición ante el aumento de desahucios. Poco se sabe, más bien nada, de proyectos de futuro más allá de convertir a Barcelona en una ginkama si te acercas al centro. En Sants no intente girar a la calle Moyanés, en Plaza de Catalunya sólo un “lumbreras” ha podido forjar el acceso desde Rambla de Catalunya, Consejo de Ciento se llamará en breve la Calle del Taponazo, Vía Laietana, Lluría y demás, serán toda una aventura para quién ose circular. El largo etcétera es interminable. La alternativa, ninguna, más allá de la bicicleta y de un transporte público que no ha mejorado ni un colín. Y, por cierto, no esperen parkings disuasorios. Son una entelequia.

La guerra del coche se ha iniciado como una cruzada. Un postureo para contentar aquellos que quieren pasear por la calle Aragón como si fueran por Collserola. Igual que Colón. La alcaldesa frena, al tiempo que ha incitado, a los que piensan, muchos entre sus filas, que es un emblema a destruir, como si la historia desapareciera. Los niñatos de Arran se han erigido en defensores de no se sabe muy bien qué. No les preocupa otra cosa más que Colón, quizás porque en sus bienestantes familias llegar a final de mes no es problema. Eso sí, si hay que organizar “manis” contra el racismo, allí está la guardia pretoriana de Colau. Postureo, más postureo.

Muchos opinamos que el procés le ha hecho un gran mal a Barcelona. Pero, ahora que el procés languidece entre broncas y con un gobierno errático, Colau quiere darle la puntilla. A Barcelona, no al desgobierno de Torra. Barcelona se merece otra cosa. Semana tras semana, la alcaldesa posturea. Nada más. Y cuando oye críticas, se viste de zarina ofendida y denuncia que son cosas de la derecha. Sigue en su “postureo”. Que bien le iría a Barcelona que la nombraran algo en el mundo. En la ONU, en Europa, dónde sea. Si saliera del Ayuntamiento, seguramente veríamos el sol. Eso sí, siempre que su sustituto no saliera de sus propias filas. Con Eloi Badia churrascado por sus continuos fracasos, emerge Janet Sanz. Sí, la señora concejala que abogó por la liquidación de las fábricas de coches. En Nissan, tiene muchos fans, se lo aseguro. Ante la crisis, postureo, parece ser la receta de Colau. Barcelona no se merece esto.