Uno de los argumentos clave para una nueva política de la vivienda en Barcelona pasa por redimensionar la política municipal extendida al área metropolitana. Una estrategia que comportará habilitar un único proceder conjunto más allá del ámbito municipal de la ciudad. Un requisito que además vendría acompañado con la implantación de convenios público-privados, que pudieran servir como base para la promoción de viviendas de alquiler en suelo de titularidad pública. Un programa extendido del mismo modo al área metropolitana. Hoy en día, el Ayuntamiento dispone de suelo que materialmente está desaprovechado, esta laxitud nos debería inquietar y preocupar, dada la carencia de viviendas que tiene Barcelona.

Otro factor importante, y determinante también, es la necesaria agilización que habría que dar para una mayor eficiencia a los trámites municipales para la obtención de licencias y de todo el papeleo administrativo. Pensemos que cualquier construcción de un edificio de promoción pública, entre que sale el concurso de arquitectura, el proyecto arquitectónico, la licitación de los contratistas, el certificado final de obras, la gestión de las acometidas del edificio, el certificado de 1ª ocupación, adjudicación de la vivienda, y un largo etcétera, pueden pasar varios años. Es un trámite lento y engorroso que en ocasiones acaba con la paciencia de los sufridos adjudicatarios que están a la espera de poder ocupar su vivienda.

Lógicamente habría que pensar en poner el aceite necesario al motor administrativo, liberando y haciendo más eficientes los trámites para la ejecución de obras y construcciones. Trámites que indiscutiblemente no son excesivamente ágiles, y que todos los agentes implicados llevamos años soportando. Por este motivo, es fundamental establecer en nuestro consistorio modelos de eficiencia administrativa que faciliten la gestión de cara al ciudadano y que comporten la dinámica imprescindible que solicita el mercado. Una iniciativa que representaría un primer paso muy necesario para un correcto y eficiente impulso de la construcción y que, sin lugar a dudas, revertiría en beneficio de nuestra ciudad. Posiblemente la ventanilla única tan típica y tópicamente parafraseada, sería el instrumento necesario que dotaría de la celeridad imprescindible que requiere la sociedad. Hay que pensar que la administración administra nuestros recursos y no debería ser un engorro, todo lo contrario, ya que tiene que estar a nuestro servicio. Un concepto que, desgraciadamente en los tiempos que vivimos, se aparta de la realidad.

Otra consideración a tener en cuenta sería analizar todas las modificaciones necesarias en el planeamiento de la ciudad que dieran cabida a poder redefinir una nueva tipología de la vivienda. La sociedad, qué duda cabe, ha cambiado. En ocasiones la tipología actual de la vivienda no se ajusta a los nuevos perfiles sociales. Las viviendas que hasta no hace muchos años se construían, por ejemplo, con cuatro dormitorios y que albergaban familias de varios hijos, han pasado a ser casi anecdóticas. Hoy en día un tanto por ciento muy elevado de la población es monoparental. Así como la existencia de familias reagrupadas, o las familias con uno o dos hijos, es casi la norma familiar actual. En definitiva, se hace necesario repensar una adaptación en la tipología de la vivienda, más acorde con la realidad social actual, y esto tendría que venir acompañado en hacer posible la reforma de las viviendas existentes a las nuevas y actuales demandas sociales. Y claro está, siempre con el impulso del Ayuntamiento. En este aspecto, un organismo a la manera de Barcelona habitatge Lab, comportaría un primer paso para definir a través del análisis, del estudio y de las posteriores propuestas, las diferentes formas tipológicas aplicables a la vivienda. Un laboratorio de ideas, formado por todos los actores intervinientes, municipios e instituciones comprometidas con la arquitectura y la ciudad, que conectaría distrito a distrito todas las posibles transformaciones en cuanto a vivienda fueran necesarias. Un organismo que, al mismo tiempo, al ciudadano le sirviera como mecanismo o consejo asesor para poder determinar la posible rehabilitación de su vivienda y de esta forma se pudiera adaptar a su programa familiar. Un análisis en profundidad que no tendría que dejar de lado la posibilidad de la transformación de las plantas bajas, en ocasiones vacías y obsoletas, en uso de vivienda.

Cualquiera de estos supuestos vendría determinado por una política municipal conjunta y pactada, basada en un programa de marca Barcelona-vivienda, para de esta forma poder estudiar nuevos conceptos tipológicos adaptados a las necesidades sociales actuales. Un programa municipal de estudio y reflexión sobre la vivienda actual, y de cómo acometer su problemática social, situando nuestra ciudad donde siempre Barcelona ha estado, a la vanguardia de las iniciativas en referencia a la arquitectura y urbanismo. Una ciudad especialmente sensible a la acomodación y el bienestar de sus ciudadanos. Barcelona tiene un valor añadido muy importante, que le da cierto carácter diferenciador y con múltiples posibilidades. Porque Barcelona es una ciudad creativa. Desde la vanguardia del urbanismo de Cerdá, hasta las últimas transformaciones de este siglo, han convertido a Barcelona en una ciudad moderna y en un modelo para otras ciudades, y así tiene que continuar.

Nuestra ciudad siempre ha estado muy atenta a la vanguardia internacional y a las nuevas tecnologías, y gracias al diseño, a la creatividad y al conocimiento, ha atraído el talento internacional. Un valor añadido que en este momento y con el prestigio que tiene Barcelona, la hará situarse como modelo en política de vivienda a nivel internacional. Barcelona se lo merece. Solo tenemos que ponernos a trabajar.