O eliminamos a los CDR y a los autodenominados antifas de la vida pública, o estos exaltados acabarán con ella. Esta es la cuestión. 

Decía hace poco Juan Manuel de Prada que todas las infamias que se vierten sobre VOX no hacen sino ayudarlo a crecer. Y apuntaba a la contraargumentación lógica como el camino para defender lo que uno cree. 

Algunos pensarán que no hace falta decir tales obviedades, pero resulta que para un buen puñado de imbéciles no es tan obvio. 

Los políticos, desde sus cómodas poltronas, vierten infamias, hablan de cordones sanitarios y alimentan el odio contra la gente que milita en este partido. La masa, dirigida por la clase política, convierte las infamias en patadas, los cordones sanitarios en empujones y el odio en escupitajos. 

Y cuando esto ocurre, salen los mismos políticos a condenar lo que no es más que la consecuencia de sus palabras.

Este fin de semana han llovido huevos, palos, pintura, puños y cohetes en distintos actos de VOX. Dos de ellos en Barcelona. Y lo sorprendente es que, a pesar de intervenciones puntuales de la policía, el primer golpe y los consecutivos han tenido que pararlos, como han podido, los manifestantes. 

Hay que hacer dos cosas con urgencia:

1- Eliminar cualquier presencia de los violentos en nuestras calles. A golpe de porra o a golpe de detención, me da lo mismo. Pero no se puede consentir que nos vayamos acostumbrando a decir: “Uy, olvídate de esto, nos lo van a boicotear”. Que una parte de la población tenga el cerebro embotado no tiene por qué afectar a  quienes estamos mentalmente sanos.

2- Los políticos tienen que esforzarse en demostrar que no son imbéciles y empezar un diálogo de personas mayores. Imagino que a algunos les costará lo suyo, pero ¡ya está bien de pensar que todos somos imbéciles! Se echan de menos ideas, razonamientos, diálogos interesantes y profundos y sobre todo están de más los políticos de las alertas antifas, las palabras vacías, los cordones sanitarios y la inteligencia de ameba.

Más palabra y menos violencia. Más educación y menos exabruptos. Más conversaciones de alto nivel y menos eslóganes de pa sucat amb oli, léase de pacotilla.