¿Se acuerdan de la gripe del invierno 2016-17? La actividad gripal fue considerada baja o moderada en comparación con otros años, aunque entre los mayores de 64 años produjo una letalidad un 35% mayor que la del año anterior y se detectó, en su pico, una mortalidad un 28% superior a la media habitual. Su rasgo más destacable es que fue una gripe temprana, pues no se había visto otra tan madrugadora desde 2009. A juicio de los epidemiólogos, fueron más intensas las gripes de los inviernos 2013-14 y 2014-15.

Quizá no recuerden el colapso que produjo aquella gripe. Lo recuerdo muy bien, por circunstancias que no vienen al caso. Un colapso como el de cada año, cabría añadir. La red hospitalaria catalana llegó a su punto de saturación. Se repitieron esas escenas a las que ya nos hemos habituado, con servicios de urgencias que no dan abasto, con pacientes echados en camillas por los pasillos por falta de camas, que llevaban ahí un día, dos, incluso tres. No hace mucho, algunos trabajadores del Hospital del Mar denunciaron que su servicio de urgencias estaba a punto de reventar, esta vez por la epidemia del Covid-19.

Los hospitales del área de Barcelona tiemblan cuando llegan noticias de una gripe especialmente virulenta en Australia, porque lo que sucede en Australia en invierno (nuestro verano) suele sucedernos luego a nosotros en invierno (su verano). Ya saben: la gripe viaja de allá para acá. Y digo que tiemblan porque, a la mínima, nuestro sistema sanitario se viene abajo.

Por qué se viene abajo es fácil de explicar cuando atendemos a los presupuestos que destinaba y destina la Generalitat de Cataluña a la sanidad pública. En 2019, el presupuesto de la sanidad pública catalana fue un 27% inferior al de 2009. Un 27%. Se dice muy pronto y muy alegremente, un 27%. Es el número que señala la diferencia entre un sistema de salud pública bueno, pero con problemas de gestión y saturación hospitalaria, listas de espera, etcétera, a uno como el que tenemos ahora, que se ha venido abajo como un castillo de naipes mientras sus máximos responsables corren como gallinas descabezadas.

Los responsables de este 27% estaban, aquellos días de gripe, agitando banderitas y prometiendo repúblicas con un helado de postre al día. Ahí siguen, agitando banderitas, etcétera, y no van a sacarlos de ahí. Son responsables y cómplices de gran parte de lo que nos ha sucedido, y poco bueno podemos decir del legado que nos han dejado. Pero son también seres amargadamente felices con sus hagiografías, martiriologios y autos de fe, indiferentes a nada que no sea su estúpido nacionalismo, valga la redundancia. El problema se agrava cuando echamos un vistazo alrededor y vislumbramos un desierto de inteligencia. Otro día hablaremos de él.

Si una gripe normalita nos pone contra las cuerdas, ahora que se nos ha echado encima un coronavirus para el que todavía no hay remedio, ni les cuento. No hace falta ser médico para comprender que la suma de la gripe y el Covid-19 puede provocar el caos. Mejor dicho, puede elevar el caos en el que estamos a un nivel superior, que será un caos de morirse, literalmente. Si además consideramos que una y otra enfermedad pueden confundirse entre sí y sumarse a la vez o una detrás de otra en un mismo paciente…

Suerte que existe una vacuna, la de la gripe. Este año, más que ningún otro, vacúnese de la grípe, hágase, háganos el favor. No por usted, ni por su salud, sino por la nuestra, la de todos, no vaya usted a contagiarnos. Cuanto más difícil lo tenga la gripe para extenderse entre la población, mejor. Por eso insisto y por favor se lo pido: vacúnese. Porque si la gripe nos visita como cada año, con la que tenemos montada, nuestro sistema sanitario se vendrá abajo ya del todo. Cierto que con las medidas contra el Covid-19 el contagio de la gripe lo tendrá más difícil que años anteriores, pero ¡no se lo ponga usted fácil! Con unos recortes del 27% en sanidad pública, pillar la gripe por no haber querido vacunarse es un peligro público, una irresponsabilidad cívica, una burrada, una verdadera estupidez.

Por si me preguntan, sí, me he vacunado. Un pinchacito de nada que puede salvar vidas.