La detención mediante un disparo de un indigente armado con un cuchillo ha movilizado a un típico grupo de riesgo que actúa en Barcelona. Este grupúsculo propaga virus contra toda actuación policial, infecta sospechas, expande difamaciones y contagia desconfianza y alarma entre la ciudadanía y los responsables de la seguridad. Su estructura molecular ideológica es básica: la policía es mala por definición, y los delincuentes víctimas de la sociedad. Por eso siempre piden investigaciones y cabezas de turco por las actuaciones de los agentes. Pero nunca sobre las de sus defendidos y simpatizantes, como los del caso Ciutat Morta, los asaltantes del Parlament o los vándalos de Urquinaona.

Su líder espiritual es el septuagenario Rafael Ribó quien, pese a su más que avanzada edad, sigue al frente de un cargo caducado y bien pagado como es el de Síndic de Greuges. Hijo de la alta burguesía catalana y formado en lo más elitista de Estados Unidos, se infiltró como comunista en el PSUC, lo escindió y después hizo igual con ICV. Cumplida su misión revolucionaria, se libró de ser acusado por sus machistas movimientos pélvicos frente a las alumnas cuando daba clases en la Universidad de Barcelona. Luego se buscó una canonjía servil y vitalicia. Consiste en viajar mucho y bien acompañado a cargo del pueblo y de otros poderes. Favorecedor de asuntos urbanísticos que le benefician en La Cerdaña y junto al Paseo de Gràcia, exige investigar a policías por detener a un vagabundo buscado por atentado a la autoridad y por degollar reses en Algeciras. Como defensor del pueblo, sin embargo, no hizo nada para que se investigase y detuviese al indigente asesino en serie que mató a un funcionario municipal y a tres mendigos el mes de mayo.

En la misma célula sectaria de Ribó colea la teniente de alcalde de derechos sociales, Laura Pérez, que exige expedientar a los uniformados. Sin estudios superiores acreditados en nada, es una comunera reclutada en viajes por América a cargo de proyectos de cooperación. A esta camarilla pertenece Carles Riera, psicoterapeuta y diputado de la CUP, que pide la cabeza del teniente de alcalde Albert Batlle por los hechos. También se ha lanzado contra los guardias Ferran Busquets. Director de la Fundació Arrels, que hace una encomiable labor entre los colectivos de personas sin hogar, se ha precipitado al señalar a los agentes y calificar al detenido como persona tranquila, ignorando que los asesinos de este perfil son tranquilos hasta que dejan de serlo.

Para la población que desea calma y seguridad, Ribó es un sujeto de alto riesgo. Un año mayor que Trump, el Artículo 48 de su cargo reza: “Las resoluciones del Síndic de Greuges que cierran procedimientos de investigación no pueden ser objeto de recurso”. Y añade: “Pero las administraciones, organismos, empresas y personas que hayan sido objeto de una investigación pueden expresar su desacuerdo respecto a la resolución correspondiente”. Es decir, negado todo derecho a recurrirle, el arrogante abuelo despótico permite el inútil ejercicio de la pataleta.