Llegó el otro día a mis manos una publicación de The Royal Society, de la Universidad de Cambridge, titulada (agárrense, si no saben inglés): The cognitive and perceptual correlates of ideological attitudes: a data-driven approach; esto es, más o menos: Las correlaciones cognitivas y de percepción de las actitudes ideológicas, una aproximación basada en datos. Firman Leor Zmigrod, Ian W. Eisenberg, Patrick G. Bissett, Trevor W. Robbins y Russell A. Poldrack, mucho gusto, encantado de conocerles. El artículo está lleno de matemática y estadística, más cosas de psicología y sociología, pero nos ofrece algunas conclusiones interesantes, y ahora verán ustedes.

El artículo presenta resultados de un estudio mucho más amplio sobre la relación entre el funcionamiento del cerebro y la política, cosa que promete ser digna de estudio, visto el percal. La pregunta es si sus preferencias políticas tienen que ver con sus rasgos psicológicos. Básicamente, se preguntan si la manera de pensar, que es percibir y procesar la información, se relaciona con ciertas tendencias ideológicas. En este estudio en concreto, se preguntan qué pasa por la cabecita de un tipo que lo ve todo o blanco o negro, o conmigo o contra mí, proclive a pensamientos extremistas y reacio, incluso contrario, a admitir pruebas y evidencias que señalen que está equivocado. Seguro que conocen a más de uno con este perfil en el escenario de nuestra política, ¿verdad?

Hasta el momento, la mayoría de estudios sociológicos sobre ideología se basaban en cuestiones demográficas y socioeconómicas. Por ejemplo, sexo, edad o nivel de renta. Pero no parece suficiente. Pues Zmigrod y compañía han decidido ir más allá y, después de exhaustivos análisis estadísticos y todo tipo de pruebas, han evaluado psicológicamente a las personas con creencias dogmáticas en lo político, nacional y religioso, con interesantes resultados.

De entrada, es más más exacto y eficiente predecir las preferencias ideológicas de un individuo examinando cómo piensa que preguntándose qué edad tiene, cuál es su renta, etcétera. Una cosa no quita la otra, ojo, que todo influye. Pero queda claro que la ideología de cada uno se relaciona directamente con la manera que uno tiene de gestionar una decisión o evaluar un problema en política.

Parece ser que el conservadurismo, entendido como inmovilismo, y especialmente el nacionalismo están relacionados con una excesiva precaución en la toma de decisiones y con la poca capacidad de procesar información, especialmente si es novedosa. El dogmatismo, religioso o político, se asociaría con una lenta asimilación de evidencias que cuestionen un esquema mental ya asimilado y una tendencia a actuar impulsivamente. La religiosidad, añaden, se relaciona con personas que tienden a ser amables, pero que, en cambio, perciben más riesgos y peligros que la media, que son más miedosas. Las actitudes extremistas, incluyendo las más violentas, ésas que tienden a identificarse con un grupo y señalar a otros como enemigos, tienen que ver con una escasa memoria de trabajo, unas estrategias de percepción más lentas, que es tanto como decir que tienen problemas para aceptar cambios y novedades, y también con tendencias hacia la impulsividad y la búsqueda de emociones. Que son unos ceporros, vamos. Estas actitudes extremistas se solapan en muchos individuos con el conservadurismo, el nacionalismo y el dogmatismo.

El estudio aprecia que estas actitudes psicológicas también son generadas por una ideología. Es un pez que se muerde la cola. Si usted es incapaz de gestionar aquello que no le gusta, tendrá facilidad para convertirse en un fanático; si usted se mueve entre fanáticos, acabará siendo incapaz de percibir que la realidad no es como a usted le gustaría.

En cualquier caso, concluye el estudio, en un ambiente donde se dé cierto autoritarismo, poniendo por encima de cualquier consideración lo que diga el líder de turno, que no reconozca que otros puntos de vista u opiniones pueden ser válidas, donde se echen las culpas de todo a alguien que no sea uno de los nuestros y donde se haga gala de patriotismo es más posible que uno acabe adquiriendo un perfil psicológico que encontrará dificultades para gestionar la realidad y se defenderá como un gato panza arriba contra cualquier hecho u opinión que no le dé la razón, por muy evidente que sea.

Dicho esto, lectores míos, ¿han oído hablar del procesismo o les explico? ¿Del trumpismo? ¿Del crecimiento de la extrema derecha? ¿De los populismos de cualquier signo?

En fin, sírvanse ustedes mismos.