Los partidos políticos se reunieron hace unos días en el Parlament de la Ciutadella para ver si nombraban un nuevo Síndic de Greuges dado que el actual, Rafael Ribó, tiene el mandato caducado. Pero se podría preguntar:  ¿Para qué sirve un Síndic de Greuges? Y para ser más precisos: ¿para qué sirve el actual Síndic de Greuges?

Quizás alguien crea que un Síndic tiene cierto sentido en un momento en el que los partidos políticos tienden a presentarse a las elecciones con un programa que no piensan cumplir o, incluso, sin programa alguno conocido. Es el caso de esas formaciones que, más allá del “viva España” o “visca Catalunya” no se sabe qué medidas de gobierno real proponen, aunque no hay constancia de que ninguno se haya preocupado por este asunto.

Pero incluso quienes crean que un Síndic sirve para algo, podrían tener problemas para responder del mismo modo si la pregunta se focaliza en Rafael Ribó, uno de esos políticos abonados a la nómina pública, al que no se le conocen otros méritos que haber ayudado a la quiebra del PSUC y de Iniciativa.

Entre sus actuaciones al frente de la sindicatura, más allá del sainete de los lazos, cabe destacar haber fichado, para que pudiera dedicarse a sus cosas, a un tal Jordi Sánchez. También ha sido capaz de incluir la firma de Pasqual Maragall en un manifiesto en el que se solicitaba la excarcelación de los acusados en el procés. Cuando se decretó el 155, a Ribó le faltó tiempo para asegurar que vulneraba los derechos de quienes declararon (o no, cualquiera sabe) la República catalana. Ya antes había sostenido que en España se vivía una situación de involución política. Y no se refería a la ley mordaza o la reforma laboral, sino a las trabas a la convocatoria de referéndums ilegales. En la misma línea, pidió a la fiscalía que investigara twits “catalanófobos”, lo que tal vez esté bien, aunque no se sabe que haya pedido investigar twits en sentido contrario.

Hay quien cree que ocupa el cargo como premio a su trayectoria de izquierdas, pero bien podría ser que se le esté premiando haber salido del armario de la izquierda con el traje de independentista puesto.

Se podrá aducir que la relación de intervenciones de Ribó es un tanto sesgada. Ahí van un par más. En sus primeros dos años y medio en el cargo (30 meses) efectuó 40 viajes a países extranjeros. Es decir, pasó casi más tiempo como turista que interesándose por los asuntos de los catalanes (o de algunos catalanes). Más recientemente se implicó muy seriamente para conseguir que no prosperase un plan urbanístico que contemplaba la construcción de un aeródromo en la población donde él veranea y tiene una segunda residencia.

El Síndic de Greuges nació en tiempos de reyes medievales, es decir, sin control democrático. Su función era la defensa del débil frente a una administración omnipotente que sólo respondía ante sí misma. Modernamente, el Estatut catalán, el primero, recuperó la figura, que ya tenía otra homóloga en la Constitución: el Defensor del Pueblo. Cuando se redactó el segundo Estatut se mantuvo la idea del Síndic y se intentó añadir que tendría exclusividad sobre los asuntos relacionados con la ciudadanía catalana. No coló, pero vale la pena retener la pretensión. Suponiendo que un Defensor del Pueblo sirva para defender a alguien frente al poder político que lo nombra, parece evidente que la pretensión del Estatut era que los catalanes tuvieran acceso a un único defensor en vez de a dos.

El caso es que los informes de la propia sindicatura hablan de su inutilidad cuando denuncian que las administraciones se pasan por el forro sus peticiones de información y también sus dictámenes. Tan poca confianza suscita la figura del Síndic catalán (en general, y la de Ribó en particular) que hay ciudades (Barcelona, Badalona, Terrassa, Manresa, Lleida) que han creado su propio defensor, bien sea porque creen en sus funciones locales o porque tenían que dar trabajo a algún colega descolocado.

El caso es que los ciudadanos no pueden pronunciarse sobre el Síndic: ni al ponerlo ni para quitarlo. En cambio a los diputados, como poco, se les vota cada cierto tiempo.

Así las cosas, el chollo de verdad es ser Síndic. Y ahí está Ribó para demostrarlo. Y, caducado su tiempo, no dimite: igualito igualito que el presidente del Poder Judicial.