Barcelona existe en el mapa mental de Bergoglio. No tiene móvil, no está en las redes sociales, no maneja Instagram ni Twitter. Vive en la residencia Santa Marta con otros muchos eclesiásticos, duerme poco; desayuna, come y cena con ellos. Habla de lo ordinario y le encanta el fútbol.

La entrevista de Jordi Évole televisada el pasado domingo por la noche fue sorprendente para todos; hasta para el propio Évole. En el programa “Salvados” aparecían el romano pontífice y el entrevistador sentados a una mesa de bordes cortantes, frente a frente. Fuertes focos acentuaban sus facciones y cuando la cámara enfocaba a Bergoglio las salas de estar de nuestros hogares se teñían de un blanco deslumbrante. Hay quien disimula y dice que no lo vio; pero lo vimos todos.

El hombre de la sotana blanca es ese líder espiritual que representa a más de 1.250 millones de católicos, cuando ninguna otra confesión religiosa se acerca a esa cifra. También es el jefe de un Estado que mantiene estrechas y hábiles relaciones diplomáticas con 180 países, la práctica totalidad de los miembros de la ONU, a la que la Santa Sede pertenece como Estado observador permanente. Francisco ni está en redes sociales ni tiene móvil; pero lo sabe todo. Évole utilizó la excusa de la inmigración para entrevistarle; luego salió todo lo demás. Pero Bergoglio es un tanque de la comunicación, y en ningún momento pudo ser detenido.

Nunca ha hecho visita oficial a Barcelona, como sí lo hicieron Juan Pablo II en 1982 y Benedicto XVI en 2010. Hace unos años visitó a una anciana enferma y se marchó volando. Su prioridad no es Europa: “porque no tiene hijos”: “la madre Europa se volvió demasiado abuela.” Inmigración: cuatro pasos fundamentales: recibirlo, acompañarlo, promoverlo, integrarlo. Cargó contra el Ejecutivo de Pedro Sánchez por impedir que el buque español Open Arms, atracado en Barcelona, pueda continuar con su actividad de rescate de migrantes en el Mediterráneo central. Él sabe que Barcelona está más abierta al inmigrante; y sabe que se le puede integrar.

Para sus proyectos educativos el Papa se apoya también en el Fútbol Club Barcelona, con quien la santa sede firmó en 2015 un convenio de colaboración de la red de integración de sus centros educativos Scholas, que ya conecta más de 400.000 escuelas de sesenta países. Y estuvo en Roma con Manuela Carmena y Ada Colau para promover la humanización de la política y la acogida de inmigrantes.

Barcelona es también Messi. Muchos aficionados y periodistas hablan de Messi como “D10S”, en un juego de palabras entre la figura divina y el número “10”. Pero Bergoglio sabe que Messi no es Dios: porque ha hablado con los dos y ha visto diferencias.