A Colau le está quedando una Barcelona muy bonita. Se acabará montando una fiesta con ella misma que pasará a la historia. En la playa van a tortas, el centro histórico está que da pena, las palomas no tienen ningún pudor a la hora de cagarse y las cucarachas y las ratas salen de paseo a menudo. 

Una gran cagada de oca cuelga de la fachada del Ayuntamiento. Otra que tal de la Generalitat. Las terrazas de los bares ya son historia. La presión policial es asfixiante, incluso para los ciclistas. Y para colmo cada vez me cuesta más ver jabalíes en Collserola, uno de mis hobbies favoritos. 

Pero la última de Inmaculada es con el fútbol. Claro, tanta cultura, tanta lectura, y llevar una vida tan entregada al pensamiento le impiden preocuparse de cosas tan banales que solo entretienen a la masa atontada que prefiere ver un buen partido que a una heroína haciendo el numerito disfrazada. 

Resulta que a muchos les sale urticaria solo de pensar que se pueda ver a la Selección en una pantalla gigante en Barcelona. Todo son pegas. Problemas para la convivencia, dicen. Aunque un grupo de infatigables no se cansan de intentarlo. Hacen lo poco que les dejan, y lo hacen muy bien. El último partido éramos 1.500. Aforo completo. Lo que permitió el Ayuntamiento. 

Y mientras tanto los lacitos pacíficos que no alteran la convivencia ni el buen rollo allí siguen. Así que para que todos estemos contentos le lanzo esta propuesta a Colau: En octavos de final tú nos dejas disfrutar de la pantalla que monten los chicos de Barcelona con la Selección. 

Y por si hay alguien al que le moleste, nosotros colocamos unas sillas en plaza Sant Jaume –mismo día misma hora– para que quien quiera pueda contemplar durante 90 minutos la obra de arte moderno que cuelga de tu terraza.