Las negociaciones para la formación de un nuevo gobierno en el Ayuntamiento de Barcelona avanzan con lentitud. Reuniones diarias desde hace días, pero todavía no hay fumata blanca. Jaume Collboni, el líder socialista, no tiene prisa. Quiere dejar las cosas atadas y bien atadas. No quiere sustos como en la pasada legislatura que lo dejó fuera del cartapacio municipal. Y, lo más importante, sabe que Colau debe afrontar esta negociación sabiendo que perdió las elecciones y que los socialistas recuperaron el pulso perdido. Su fuerza es ahora el doble de la legislatura pasada, y eso lo debe tener en cuenta Ada Colau en esta negociación. Ya nada será igual. 

La negociación se está planteando en tres niveles: configuración del cartapacio, programa de gobierno y acciones de los primeros 100 días. Collboni la ha planteado compleja adrede. No quiere dejar flecos colgando y Colau ha asumido que es la única manera de tener un gobierno sólido. Y un añadido a este cóctel: no habrá compartimentos estancos. Es decir, en cada área de gobierno los socios del gobierno -comunes y socialistas- tendrán contrapesos. Ni unos ni otros tendrán todo el poder en las concejalías para forzar el consenso ante cualquier medida a tomar en cualquier materia. Una especie de gobierno acordeón en el que ambos tendrán que ceder competencias y espacios de poder. Nadie tendrá la exclusiva. 

Con este escenario, la ronda negociadora se hará de rogar. Fuentes bien informadas indican que no habrá “fumata blanca” hasta mediados de mes. Después de cuatro años esperando un gobierno en Barcelona no vendrá de dos semanas de espera. Sin embargo, los nuevos gestores deben tomar nota de las urgencias de la ciudad. Primero, su pérdida de peso en España, en Europa y en el mundo. Segundo, los problemas acuciantes: seguridad, turismo, comercio, vivienda, quiebra social entre barrios, organización de ciudad. Y tercero, y más importante, cómo revertir la situación.

Barcelona no está para fuegos de artificio como la privatización del servicio del agua o cambios de nombres de plazas de negreros que son, para nuestra vergüenza, parte de la historia de nuestra ciudad. El nuevo equipo de gobierno debe dejarse de veleidades y utilizar con precisión el bisturí en las operaciones que necesita la ciudad. Perder otros cuatro años serían letales. Collboni tiene una gran responsabilidad, y está dando los pasos para asumirla, pero Colau es la alcaldesa. Debe actuar ya como tal y dejar su pasado activista en un cajón. Eso no significa dejar de ser reivindicativa, significa que sea ejecutora pensando en todos los barceloneses. Al menos por una vez.