El candidato del PP en Barcelona, Josep Bou, se ha referido estos días a los atentados de Barcelona de agosto de 2017. Unos hechos que han marcado la historia moderna de la capital catalana y que, en cierta manera, han sido más olvidados que recordados. Aquí no ha habido juicio, ni investigación pública, ni simplemente perdón. Sólo unos muertos sobre el asfalto y cientos de preguntas sin más eco que el silencio.

Quienes hemos escrito estos años sobre atentados terroristas siempre preguntamos el 'quién' y el 'dónde'. El 'cómo' es simplemente una razón policial con un interés puntual informativo. Para el perfil del atentado es poco trascendente que sea con una furgoneta, un arma larga o un cuchillo. En muchos casos, es una variable fruto de una improvisación o un momento oportuno en la vida de las personas. Por eso, la empatía con el terrorista, sea de ideas nacionalistas o religiosas, es un ejercicio más simple de lo que algunos creen. Entender la violencia como forma de protesta es algo connatural al ser humano.

El 'quién' permite valorar que Cataluña no es una sociedad uniformada. No sólo todos no pensamos lo mismo, lo cual es una riqueza, sino algunos creen que sus ideas deben castigar a quién no piensa como ellos con el dolor y la muerte. Aunque más allá de ese análisis banal quieren generar un efecto psicológico parásito del terrorismo, el miedo. En un atentado no se mata por los muertos sino por generar miedo a los vivos. Y ese matiz genera una diferencia entre los atentados nacionalistas, IRA o ETA, y los religiosos, Yihadistas, muy importante. En los primeros se saben pocos, los elegidos, y por eso no se sacrifican. En los segundos se creen muchos, los suficientes, para que sepan que detrás de ellos hay más, y con ello, más con más ganas de generar más miedo. En un variable matemática el segundo ejemplo tendería al infinito y eso implica que no sólo se resuelve con acciones policiales. A diferencia del primero que en el fondo es un problema finito.

Por ese simple detalle el tratamiento de uno y otro debe ser diferente en el territorio, en el 'donde'. Y aquí entra en escena Barcelona. Un atentado en una ciudad de Filipinas no genera el mismo miedo que en Europa. Pero dentro de Europa un atentado en Barcelona no es lo mismo que en el interior de Soria. No entraremos a sí los muertos valen lo mismo, estúpida teoría de la izquierda de manual. Porque una cosa son las vidas y otra la repercusión en la vida de los que viven. Y como hemos dicho los atentados terroristas de concepto se hacen para los vivos nunca por los muertos. Quien no entienda eso debe dedicarse a otra cosa.

Tratar un atentando debe evaluarse el miedo nunca olvidarlo. El olvido no es, por tanto, la acción adecuada. Podemos bajar incluso a nuestro vivir diario. Cuando tenemos un problema podemos enfrentarnos a él o huir y tratar de negarlo. Cuando el olvido se adueña de nuestro día a día, un ejemplo claro el alzhéimer, la vida se manifiesta como un deterioro cognitivo y con trastornos de conducta. Aunque sera difícil de comprender las ciudades también enferman.

Quizás algunos no entendieron las palabras de Josep Bou sobre los atentados de Barcelona. Pero nuestra capital no puede ni debe nunca olvidar los hechos de agosto del 2017. Que la política municipal, de la mano de Ada Colau, haya querido pasar página de unos hechos tan abominables es la constatación que el miedo ha ganado a la ciudad. Los ciudadanos, en particular, podemos tener nuestras sensaciones, pero Barcelona como ciudad está enferma. Y la continua violencia que ha surgido los últimos meses ha bloqueado cualquier iniciativa para poner orden. 

Al terrorismo yihadista, en Barcelona o cualquier otro lugar, no se le gana escondiendo sus actos ni ocultando lo pasado. Esto no es una simple suma y resta de un número finito, es una integral de múltiples valores donde la consistencia de un gobierno fuerte y responsable deben servir para gestionar la situación. Un gobierno de débiles es un gobierno enfermo. Un gobierno de cobardes, como el de Ada Colau, donde cualquier 'quien' verá un 'donde' para hacer su función. El 'como' ya hemos dicho indiferente.