La Delegación Territorial del Gobierno de la Generalitat de Catalunya en Girona, a través de su Gerencia de Servicios Comunes, invita a todos los funcionarios y empleados públicos de la «Gene» de la provincia a una conferencia-coloquio que organiza el Departamento de la Vicepresidencia y de Economía y Hacienda este 26 de septiembre. La conferencia-coloquio será en el auditorio Josep Irla y la imparte el Dr. Ramón Cotarelo. Se titula «Desobediencia y Función Pública». El correo electrónico que propone la inscripción a los funcionarios y empleados públicos dice que corresponde al ciclo «Donem veu a...» («Demos la voz a...») y añade (traduzco del catalán) que «el objetivo es recoger voces de diferentes personalidades del mundo social, político, cultural... que nos hablen desde su perspectiva de temas actuales y de su relación con la Administración Pública del siglo xxi», y se acompaña la firma con un lacito amarillo, que viene con el cargo.

Supongo, pero es un suponer, que el Dr. Cotarelo repetirá esta conferencia-coloquio en más entes y oficinas públicas de la «Gene». A estas alturas se la sabrá de corrido, pues no habla de otra cosa que de desobediencia desde que fichó por el «Procés»... Perdón, también habló, hace unos meses, del escándalo de los hoteles que no tienen wi-fi, pero fue la excepción. Que no se preocupe, ahora que ha dado el salto. Cuando paga la «Gene» la casa es grande y seguro que le ponen wi-fi, blutú, uhf, fm y lo que haga falta.

Qué pena que los veinte años que pasé como empleado público no fueran iluminados con formación de este género. Recuerdo unas clases de inglés, a las que acabé acudiendo yo solo (la profesora era muy guapa) y una de «Cómo hablar en público» bastante lamentable. Nada más. ¿Desobediencia? Nada. Hubiera resultado muy útil.

No lo digo en broma, lo digo en serio. El tema es interesantísimo. En primer lugar, porque soy un defensor a ultranza de la figura del funcionario público, aquí donde me ven, y una de las razones de justifican que exista es, precisamente, que puede permitirse el lujo de desobedecer a sus jefes si éstos se pasan la ley por el forro o se la saltan a la torera. Me vendrán con la «obediencia debida», pero yo les señalaré que un funcionario «posee la facultad de suspender la ejecución de la orden y representar su ilicitud al superior jerárquico» y que el Tribunal Supremo ha dicho, además, que la obediencia debida no excluye la responsabilidad, pues la Ley (así, con mayúsculas, que impone más), pues la Ley, decía, está por encima de lo que diga el inútil de tu jefe.

Y este es el segundo punto al que quería llegar. Quien haya pasado por la Administración Pública (y por la empresa privada, también) sabe que la manera más eficaz de sabotear el trabajo que uno tiene entre manos es obedecer las órdenes que provienen de lo más alto al pie de la letra. Como suelen provenir de personajes sin formación suficiente (o con algún máster o licenciatura que aparece o desaparece del currículum), sin experiencia de campo, que no conocen el día a día ni saben de qué hablan, cuando quieren arreglarlo todo, la cagan. Y suelen querer arreglarlo todo cíclicamente, lo que explica muchas cosas y cómo va el país. ¡Suerte de los anónimos funcionarios desobedientes! Si no, no sé a dónde iríamos a parar.

Sí, me gustaría plantear el tema de la desobediencia al tipo que te pide que hagas trampas en la adjudicación de una subvención, que amañes un concurso, que te pide que le pagues las dietas de una reunión que ha tenido ahí mismo, en su propio despacho. Los interinos y los empleados con contrato laboral lo tienen chungo, lo sé por propia experiencia, pero los funcionarios, en cambio, podrían plantar cara a la corrupción. Pero no siempre se atreven.

El tema, Dr. Cotarello, quizá no sea que un valiente plante cara y se niegue a obedecer a los del tres por ciento, pongamos por caso; el tema es cómo hacerlo y que no te pase la caballería por encima. Aquí tendríamos que hacer algo, y hacerlo ya. «Operibus credita et non verbis», que dicen en latín.