Valga como descargo que nunca acierto ni una predicción, pero eso no importa. Videntes, adivinos, echadores de cartas, políticos y economistas de tertulia tampoco, y fíjense cuánto prestigio gastan. No pienso ser menos.

La vacuna ha llegado, y más que vendrán. Ésa es, indiscutiblemente, una buena noticia. Comenzaremos a salir de una epidemia que habrá matado a miles de personas y arruinado y dejado sin trabajo a cientos de miles más. ¿Qué surgirá de todo esto cuando seamos conscientes de la magnitud de la tragedia? ¿Quién nos ayudará a salir del atolladero?

Vamos a ver quién, o quiénes, porque en febrero, si Dios quiere y la epidemia no lo impide, tendremos elecciones en Cataluña. A ver cuánto tardamos luego en tener gobierno autonómico y cuánto más en tener presupuestos. Ya me veo en 2022 sin presupuestos.

Como en el fútbol, se anuncian fichajes. En el PSC, el señor Iceta dará paso al señor Illa, que pronto dejará de ser ministro. También han «fichado» a la señora Lienas y tontean con la idea de un indulto y de repetir un Tripartito. Creen que pueden contar con ERC y no se acuerdan de la fábula del escorpión y la rana, y eso que ya les ha picado algunas veces. De verdad, no aprecio en ERC nada que me incline a pensar que es un socio de fiar, gente sensata, progresista o de izquierdas. Más bien, todo lo contrario. Es una apreciación personal, claro está, y no tienen por qué compartirla.

En Ciudadanos y el PP andan revueltos por el cambio de chaqueta de Lorena Roldán, que argumenta a favor de su cambio de vestuario la emoción que sintió al escuchar un discurso del señor Casado. Me deja tan pasmado como preocupado que un discurso del señor Casado la emocionara. Que lo consigan Demóstenes o Cicerón, vale, pero, con todos mis respetos, el señor Casado… Ése es el nivel.

Quienes se llevarán el gato al agua serán los de JxCat. Fíjense que se presenta como cabeza de lista un tipo que no puede tomar el acta de diputado, cuyo principal mérito consiste en haber huido de sus responsabilidades oculto en el maletero de un coche y haber vivido desde entonces a cuerpo de rey y sin pegar sello en una urbanización en los alrededores de Bruselas. La presidenciable quedaría relegada a un segundo lugar. Sería una señora que será probablemente inhabilitada por haber amañado unos contratos de muchos miles de euros. Se benefició de ellos un íntimo amigo suyo, condenado por traficar con drogas y poner en circulación billetes falsos, ahí es nada.

No son menos meritorios los siguientes en la lista. Uno de ellos, palabra de honor, preguntó en el Parlamento Europeo si el Gobierno de España arrojaba desde aviones sustancias químicas sobre Cataluña, para intoxicarnos a todos, abrazando la teoría de los «chemtrails». El que le sigue se exhibe por ahí con una careta de plástico transparente y afirma con rotundo convencimiento que Leonardo da Vinci, Teresa de Jesús, Erasmo de Róterdam y Miguel de Cervantes eran catalanes de pura cepa, porque se lo dijo un cuñado o no sé quién.

Así está el patio y ya damos por perdida la capacidad de gobierno autonómico para hacer algo por nosotros. Sólo nos queda el gobierno de la metrópoli y entonces surge la excelentísima señora Colau, un elemento inútil en la política catalana. Es decir, que no ha sido útil, para nada, pudiendo haberlo sido. Ha desaparecido en los momentos difíciles y si ha asomado las narices, no ha sido para sumar. Así como el procesismo ha sido, es y seguirá siendo un lastre y una vía de agua en el bienestar de los catalanes y el progreso económico y cultural de Cataluña, el colauismo ha sido y sigue siendo alguien que mira cómo se hunde el barco y decide pintar la cubierta de colorines. Ya lleva unos años ejerciendo y cada vez más uno se pregunta qué fue de la izquierda, dónde está, porque no la vemos.

Lamentablemente, para todo esto no hay todavía vacunas.