La abstención de ERC salvó al gobierno municipal de perder una votación ante la proposición de Barcelona pel Canvi de negociar el proyecto del Museo del Hermitage de Barcelona. Los republicanos se abstuvieron, aunque reconociendo dudas sobre la gestión municipal. Quizás, Ernest Maragall quiso lanzar un capote a Colau con miras a otras cuestiones y no a la compleja polémica del Museo. Y eso, que la propuesta de Valls era sólo negociar, hablar, y si fuera posible acordar.

Tengo que reconocer que no entiendo las dudas del Ayuntamiento. Sus explicaciones son confusas. Los vecinos, los empresarios, apoyan la propuesta. En el mundo de la cultura, división de opiniones. No tengo una posición taxativa sobre la cuestión, pero como ciudadano me asaltan dudas porque el ayuntamiento se explica ciertamente mal. Se presentaron unos informes que en resumen decían que el Hermitage adolecía de falta de interés cultural del proyecto, falta de idoneidad urbanística, los problemas de movilidad que podría generar en la Barceloneta y el riesgo económico que conlleva para el Ayuntamiento. Aún así, el consistorio ofrecía otras ubicaciones. Perdónenme, pero si se ubica en otro sitio ¿aparece como por arte de magia el interés cultural y desparece el riesgo económico?

Más incógnitas. Me sorprende la contundencia de la negativa al Museo cuando existe otro proyecto que quiere instalarse en la Bocana del Puerto: un oulet auspiciado por inversores chinos. Quisiera que alguien me explicara porque se podría montar una “tiendecita” de producto “bueno, bonito y barato” y no un museo. Cuando lees que “el proyecto no tiene un interés público suficiente que justifique su aceptación por parte del Ayuntamiento”, para dar un no categórico, la sorpresa, el asombro aumenta de forma exponencial, si además tenemos en cuenta que el propio gobierno Colau aprobó el Plan Especial de la Nova Bocana que ya preveía expresamente la instalación del Hermitage. Y otra cuestión, ¿no existen problemas de movilidad si se ubica un oulet y sí el museo?

En torno a la cuestión de movilidad, las dudas salen por doquier. Dicen que la movilidad sería un grave riesgo para la zona. Solo lo ven en el consistorio, pero a ratos, porque un informe del propio Ayuntamiento afirma que “el volumen de desplazamientos generado per el Hermitage es reducido en comparación con otros tipos de actividades que podrían desarrollarse a la pieza, particularmente de tipología comercial”. ¿En qué quedamos? Aquí algo no cuadra.

La palma de la confusión la lleva el análisis económico. Nos dicen las autoridades municipales que estamos en situación de riesgo, pero propio informe municipal afirma que “la creación del Museo Hermitage Barcelona puede tener un efecto económico remarcable. En concreto se ha estimado que el valor directo distribuido al territorio se situaría en el entorno de los 21 millones de euros anuales”. Y no sólo eso, el informe añade que el proyecto comportaría “un efecto sobre la producción al entorno de los 30 millones de euros, un efecto sobre el valor añadido bruto de aproximadamente 14,0 millones de euros, i un efecto sobre la ocupación cercano a los 377 puestos de trabajo”.

Ciertamente, el asunto es complejo pero dada la situación económica y social de la ciudad tras la pandemia, la pregunta es si nos podemos permitir dar carpetazo al Hermitage. Una segunda cuestión, cuáles son las razones de peso porque a tenor de los informes del propio ayuntamiento se puede decir sí y no al tiempo. Y una tercera, podemos rechazar la creación de un polo económico alrededor del museo.

“La falta de interés público” se me antoja una excusa insuficiente. El debate en el pleno fue de poca envergadura. Colau como siempre estaba viéndolo desde la tribuna. Sin intervenir, como si no fuera con ella. Y ERC tendría que explicarnos el por qué de su abstención. La proposición abogaba por el diálogo. ¿No son los republicanos los adalides del diálogo? De todo este debate, casi surrealista, solo extraigo una conclusión. No hay un proyecto para Barcelona. Seguimos en la mediocridad.