Barcelona es de izquierdas. Al menos eso afirma el barómetro municipal una y otra vez. Lo que no tiene sentido entonces es la proporción del pastel que se lleva el independentismo. El otro día leía en un periódico de marcada tendencia separatista que el votante de Junts per Catalunya se ubica en el centro izquierda soberanista. ¿Tiene esto sentido?

Que los herederos del partido nacionalista catalán y conservador por antonomasia sean capaces de seducir al supuesto votante de izquierda no tiene sentido. O bien el votante no es verdaderamente de izquierdas o bien sencillamente ese elemento no entra en su ecuación decisiva del voto. El separatismo ha erosionado tanto el debate de fondo que nos hemos quedado con un solo matiz. Independencia o no independencia. Todo lo demás da igual a unos y a otros. Todo lo demás no son más que pequeñeces para la mayoría de los votantes cuando en realidad, en lo que a su día a día concierne, la gestión es lo único verdaderamente importante.

Hemos permitido durante años que las proclamas secesionistas marquen la agenda. Que la obsesión de unos y otros sea única y exclusivamente la performance. Es por eso que, pese a estar viviendo una crisis sanitaria económica y social de dimensiones todavía desconocidas, unos y otros se dedican únicamente al espectáculo. A aquello que les viene bien electoralmente. No es casual que en el pleno del ayuntamiento de Barcelona se planteen sistemáticamente cuestiones que nada tienen que ver con el bienestar de los barceloneses. A Esquerra Republicana de Catalunya y a Junts per Catalunya todo lo que se les ocurre son, o bien cosas para las que no tienen competencias pero les queda de maravilla de cara a la galería, o bien cosas que solo tienen que ver con atacar al supuesto estado opresor que les impide hacer nada más que quejarse. Nada de hablar de una agenda social ambiciosa y realista que se centre en mejorar la vida de la gente.

Para los nacionalismos identitarios la agenda social es secundaria, y por eso es la izquierda la primera que tiene que ponerse al frente de la deslegitimación de ese nacionalismo identitario y de los populismos que aprovechan cualquier ocasión para centrarse en debates estériles que nada tienen que ver con el progreso real de los ciudadanos. Si permitimos que se subordine la agenda social a la agenda nacional identitaria no será posible nunca llevar a cabo un proyecto de transformación social que a todas luces parece cada día más necesario. 

Estos partidos conservadores que ahora se supone reciben votantes de la izquierda son los mismos que con una mano recortaban los servicios públicos de Cataluña y con la otra patrocinaban un proyecto de sedición con el que se llenaban los bolsillos a costa de todos los contribuyentes. Y esto hay que recordarlo. El partido de los recortes, el que hizo avanzar al nacionalismo hacia el separatismo, el partido que tanto ha empobrecido a Cataluña y el que la ha metido en un callejón sin salida es el mismo que ahora, por boca de Eduard Pujol, afirma ser de centro izquierda.

La estrategia es clara. El independentismo conservador consiguió ganar las zonas rurales con un discurso que le encajaba al igual que le encaja a la derecha conservadora en otros lugares de España. Ahora pretende acomodarse hacia la izquierda para hacerse un hueco en Barcelona y su área metropolitana.

En el caso de Esquerra Republicana viene bien recordar aquello de “el nombre no hace a la cosa”. Da igual que en el nombre del partido se incluya la palabra izquierda. Da igual que te llames Esquerra Republicana de Catalunya si no compartes ni uno solo de los valores primordiales de la izquierda. No puede ser que alguien verdaderamente de izquierdas se subordine a las pulsiones de aquellos que, afirmando ser de izquierdas, se olvidan de todo lo que no sea nacionalismo. No basta con acordarse de la etiqueta solo durante las elecciones para captar votos. ERC es tradicionalista y no cree en la igualdad de las personas sin importar su origen. Su base política es la tradición y la pseudo historia y no tienen ningún interés por el progreso.

Estas futuras elecciones, pese a no tener fecha, supondrán una lucha feroz en ese lado del electorado. No podemos permitir que el votante de izquierdas acabe yendo a votar opciones secesionistas. Debemos hacer todo lo que sea necesario para que el votante deje de percibir la política como una confrontación constante en la que no se tienen en cuenta sus intereses. Debemos mostrar que la solución a los problemas reales viene de la mano de partidos constitucionalistas. El nacionalismo no es progresista. El nacionalismo no es de izquierdas.