Cuando me enfrento a la página en blanco en la que tendré que escribir este artículo, reconozco que tengo un problema serio. Me gustaría escribir sobre el reciente avistamiento del cocodrilo del Pisuerga en el delta del Llobregat, pero no me dejan.

Además, hace tiempo que le tengo ganas a escribir sobre la mala suerte de los propietarios de automóviles clásicos en Barcelona, o de los talleres especializados en su mantenimiento y restauración, obligados ahora a marchar de la ciudad, pero, insisto, no me dejan.

Tampoco puedo señalar un tema que me tiene preocupado y al que no sé si habrán prestado atención: cómo están dejando las esquinas del Eixample. Fíjense qué manía: con tanto carril-bici, tantos bolardos y tanta pintura de colorines en el suelo estamos acabando con los chaflanes. Parece que la tendencia es, ahora, hacer las esquinas en ángulo recto, lo que es, a mi entender, un retroceso y un peligro, pero qué sabré yo. En cualquier caso, como les decía, no me dejan hablar de nada de esto. No me dejan porque «la cosa está mu mal», que diría un paisano mío.

Así que tengo que hablar de cosas como los alquileres. ¡La que nos está cayendo encima! Pero lo que no cae es el precio del alquiler en Barcelona y su área metropolitana. Ni en broma. He leído que alquilar una habitación en un piso compartido ya cuesta, de media, casi 500 euros, y que el precio no ha bajado, sino que ¡ha subido! ¡Por una habitación! Esto no debería poder ser.

Es salir a la calle y ver tantos letreros de locales comerciales y oficinas en traspaso, en alquiler o disponibles. Los pequeños negocios allá instalados no pudieron con el coste del alquiler durante los meses de aislamiento y la "desescalada". Calculan que ya habrá cerrado para siempre uno de cada cuatro comercios catalanes por la suma del coste del alquiler y los meses de cierre obligado. Si la cosa se complica en septiembre (y todo indica que ya se habrá complicado antes), entonces podrían ser fácilmente uno de cada tres. Así está el patio. Ahora mismo, en Cataluña, más de medio millón de personas que dependían de esos negocios se han quedado sin nada.

El precio de los alquileres es inasumible, como lo es el precio de compra de un piso, un local o una casita donde vivir uno a solas o con la familia o montar un negocio de cualquier especie. Esto es así, es un hecho, y viene siéndolo desde hace mucho tiempo. Recuerden: la burbuja inmobiliaria fue una de las principales causas de la Crisis de 2008-2010, que todavía arrastrábamos cuando se desató la epidemia. Los desahucios son cada vez más, sin que nadie sepa cómo remediar muchas de esas situaciones trágicas, por falta de medios y falta de voluntad de las autoridades. A la sombra de todo esto, las okupaciones son ya un serio problema de convivencia, más que una opción contestataria, en algunas zonas metropolitanas.

¿Qué podemos hacer para poner remedio a todo esto? La verdad, no lo sé muy bien, porque no soy un experto, pero veo que así no podemos seguir. Lo mejor es que exista una buena oferta pública, me dicen, pero... ¿Alguien hace algo? Algo, lo que sea.

La señora Colau llegó a alcaldesa prometiendo que haría todo lo que estuviera en sus manos para solucionar este asunto, pero ahí ha quedado la cosa. Poco ha podido hacer y poco ha hecho. Ha quedado todo en unos contenedores reciclados. Cierto que tiene las manos atadas por la competencia municipal en todo esto, pero me da que podría haber hecho mucho más, de haber tenido gente competente al mando, valga el juego de palabras.

No esperemos nada de la Generalitat. Su última actuación en este sentido ha sido que cualquiera puede hacer de su piso un piso turístico, con el infame resultado de promover la especulación, los precios al alza y el turismo basura. ¿Pisos de titularidad pública? ¿Cuántos ha hecho? Después de decenios de gobierno, afirman que la única manera de salir de pobre es que te toque la lotería. Su sensibilidad social es semejante a la de un mejillón y su ideología es cerril, clasista, neoliberal y exclusiva, no inclusiva.

Del Gobierno de España podríamos esperar algo más, y de los partidos de la oposición, también. Quizá un gran acuerdo, ahora que tanto se necesita. Pero no será éste el lugar para juzgar eso, que nos estamos saliendo de madre y se acaba el papel.

Lo dicho: ¡Cuánto me gustaría poder hablarles del avistamiento del cocodrilo del Pisuerga en el delta del Llobregat! Pero no me dejan. Otro día será.