Estamos dando demasiado espacio a la violencia en nuestras calles. Cuando queramos arreglar el problema de los matones, no estaremos a tiempo. 

A un niño hay que educarlo con amor, y el amor a veces comporta un cachete. Un exceso de buenismo y un miedo irracional a poner la mano encima a nuestros hijos, los puede convertir en unos monstruos malcriados. Y puede que sean ellos quienes empiecen a repartir mandobles cuando no consigan lo que quieren. 

Digo esto porque el CDR tipo es como un niño. Si observamos su comportamiento, razonamientos, intelecto y forma de relacionarse con el mundo, no hay muchas diferencias. Lo que ocurre es que su aspecto físico nos hace ver que no se trata de críos sino de adultos intelectual y socialmente no desarrollados, pero adultos al fin y al cabo.

Otro fin de semana más han vuelto a campar a sus anchas en Catalunya. En esta ocasión han agredido a un cargo público de Ciudadanos, han amenazado a García Albiol y han hecho llorar a su hija de 11 años y han tocados las narices en las carpas de VOX en algunos municipios.

Podemos pensar que una caricia es suficiente para corregir esas conductas que se vienen repitiendo semana tras semana. La realidad es que necesitan un buen cachete, sea en forma de porra o en forma de multa económica (que a veces duele más). Lo que no podemos consentir es que estos niños malcriados (algunos ya en edad de jubilarse) vayan agrediendo impunemente a quienes no son de su agrado. 

O quienes mandan se deciden a darles el correspondiente cachete, o cuando quieran controlar a la fiera, habrá mutado de modo tal que será imposible dominarla. Y si no, ¡al tiempo!