Hay un tipo en Barcelona que debería ser despedido con carácter de urgencia. No me refiero a Quim Torra -que también-, sino al asesor político al que se le ha ocurrido la peregrina idea de intentar rejuvenecer a su candidato a la alcaldía, Ernest Maragall, haciéndole circular a lomos de un ciclomotor blanco y luciendo un casco que, en la parte de atrás, pone Maragall Force One. Evidentemente, se trata de un intento (inútil) de combatir a quienes aseguran que el Tete está un poco mayor para presentarse a alcalde, pero la cosa ha salido un pelín ridícula. También podrían haberlo disfrazado de súper héroe -como ese señor que va por Barcelona disfrazado de Spiderman y que, de momento, ya ha recuperado un móvil robado, aunque se queja de que no le dejan embolsar en los supermercados porque asusta a la clientela-, o pedirle prestado el vehículo a ese caballero de Sabadell, Michael Miralles, que tiene una réplica exacta (¡cinco años de duro trabajo!) de Kitt, El coche fantástico. Pero, de momento, ERC se conforma con la motoreta.

Yo creo que el problema del Tete no es la edad. Mick Jagger y Keith Richards son de su quinta y no van por ahí haciendo el ridículo. También su hermano Pascual nació el mismo año que Bob Dylan y, de no ser por la enfermedad que padece, seguiría siendo un personaje atractivo y estimulante. El problema del Tete no es tener 75 años -todos llegaremos a carcamal si no la palmamos antes de manera súbita-, sino carecer del coco y del carisma de Pasqual Maragall, con el que solo comparte el apellido. El problema del Tete es haber sido durante casi toda su vida un burócrata aburrido que entró en el ayuntamiento en la época de Porcioles -para subvertir el régimen, según él: aceptaremos pulpo como animal de compañía – y que, ya mayor, experimentó esa epifanía siniestra tan común entre ciertos catalanes, que de jóvenes van de progres y cosmopolitas y a partir de cierta edad se hacen independentistas (para entendernos, gente como Bohigas, Rubert de Ventós o Mascarell). El Tete dejó de ser sociata de la noche a la mañana y se apuntó a ERC, que es ahora el equivalente de la Convergencia de antaño, la que aceptaba a cualquiera sin hacer muchas preguntas. Ahora quiere ser alcalde, para no ser menos que su brillante hermano. Y todo parece indicar que lo va a lograr. Solo o en compañía de Ada Colau, aunque no sé con qué méritos ni entiendo qué le ven mis conciudadanos y que a mí se me escapa.

Tengo la impresión de que con el Tete y la Colau en el ayuntamiento nos podemos ir definitivamente al carajo como ciudad, pero estoy en minoría. Menos mal que yo también tengo una edad y eso ayuda a desdramatizar las cosas: si en Cataluña hay dos millones de zumbados que aún creen en Puigdemont, ¿por qué no habría de haber en Barcelona un número suficiente de personas que adorasen al Tete? Menos mal que cada día soy más zen. Om, Ooom, Oooooooooooom….