En un país normal -España no lo ha sido ni lo será nunca, me temo-, si el Gobierno central solicita a los ayuntamientos que le entreguen el dinero que les sobra para hacer frente a una emergencia nacional, éstos suelen hacerlo, aunque pensasen gastarse los monises en algo de interés local. En España las cosas no funcionan así. Pedro Sánchez confiaba en reunir unos 15.000 millones de euros para hacer frente al coronavirus con los ahorrillos de los ayuntamientos españoles, pero la mayoría de éstos ha reaccionado de manera hostil ante la propuesta, cada uno obedeciendo a sus propios motivos. En Cataluña, los alcaldes nacionalistas se resisten a aflojar la mosca porque se trata de dinero catalán (es decir, pasta con la que financiar sus chaladuras nacionalistas), y hasta el presidente suplente de la Gene los azuza para que no suelten ni un euro al gobierno del país ocupante. En el conjunto de España, los alcaldes que no son del PSOE también se niegan a apoquinar, sumándose -quiero creer que sin pretenderlo- a quienes atentan contra la unidad de la patria: el caso es jorobar al gobierno como sea y con quien sea.

En Barcelona, como era de prever, Ada Colau se ha sumado a la insumisión financiera, aunque los comunes (y corrientes) algo tienen que ver con el partido que gobierna el país a medias con los sociatas. Junto al PP y los indepes, nuestra alcaldesa también se planta, apuntándose a unas creencias muy extendidas en el estado autonómico desde su fundación: lo mío es para mí, la solidaridad nacional me la paso por el arco de triunfo, a mí no me roba nadie y el que venga atrás que arree. Ha pasado frecuentemente con el agua: quien la tenía se negaba a desprenderse de un solo litro, y si los de la comunidad vecina reventaban de sed, peor para ellos, haber llenado unos cubos a tiempo.

Ada no suelta el superávit y, además, amenaza con llegar al déficit. Si se tratara de una persona razonable y de una profesional fiable de la política, algo podríamos sacar los barceloneses de su empecinamiento, pero tratándose de una demagoga y de una inepta de primera categoría, nos tememos que ese dinero que nos sobra y que Sánchez nos reclama para combatir una pandemia se lo acabe gastando en alguna de las chorradas a las que nos tiene acostumbrados desde que está al frente (por decir algo) de esta ciudad. De momento, ese dinero no irá a parar a las 4000 trabajadoras del SAD (Servicio de Atención Doméstica), que hubiesen agradecido una paga extra por el curro que se están pegando, pero se van a tener que conformar con unas entraditas gratis para los museos de la ciudad. ¡Y que se den prisa, que no hay para todas! Se van a sortear 400 entradas para los museos y la friolera de seis para acceder sin pagar a la Sagrada Familia. Y es que Ada, en su infinita sabiduría, sabe que una trabajadora derrengada tras ayudar al prójimo lo que necesita no es un poco de vil metal, sino algo de culturilla.

El dinero del superávit también puede servir para improvisar unos cuantos huertos urbanos, entorpecer aún más el tráfico o crear carriles bici en calles empinadas por las que nunca se le ha ocurrido circular a ningún ciclista en su sano juicio. Si se queda sin memeces en las que tirar el dinero, Ada sabe que siempre puede contar con su compadre Eloi Badia, especialista en gastos inútiles e inversiones ruinosas. Del tema de la dependencia se pueden despreocupar ambos desde que han puesto el temita en manos de Domus Vi, empresa turbia donde las haya -en el momento álgido de la pandemia, los ancianos cayeron como moscas en los pudrideros que controlaba- y con sede en la isla de Jersey, bonito paraíso fiscal exento, al parecer, de las medidas contra los paraísos fiscales que el Ayuntamiento se comprometió a tomar en su momento.

Como puedes ver, Pedro, Ada necesita el dinero de los barceloneses para seguir jodiéndoles la vida a los barceloneses. Y lo hace por su bien, como hicieron en su época Pujol con los catalanes y Franco con los españoles. En Barcelona se ha impuesto una peculiar variante del despotismo ilustrado: el despotismo cazurro. Sí, Pedrito, estamos en manos de unos inútiles que van de sobrados y que nos quieren salvar de nosotros mismos. Ante semejante prioridad, ya puedes tú ir pidiendo solidaridad, que te vas a comer un mojón.