¿Qué nos está pasando? Anda uno por las calles de Barcelona y no detecta el ambiente festivo de años anteriores. Son muy pocos los domicilios en los que se aprecia una iluminación navideña especial. Los muñecos de santa Claus escalando fachadas de los edificios brillan por su ausencia. Y en Barcelona hay que añadir la poca pasión que ha demostrado el gobierno de la ciudad por inundar las calles de luces y elementos decorativos.

En otras ciudades metropolitanas se produce el mismo fenómeno. Los vecinos no andan con ánimos de compartir el espíritu navideño iluminando sus balcones y terrazas. Un paseo por L’Hospitalet, Badalona o Santa Coloma nos demuestra que la gente no está este año para lucecitas. Alguno hay, sí, pero es la excepción que pone en evidencia la oscuridad de los balcones del resto de ciudadanos. Pero los ayuntamientos de estas localidades se han esmerado algo más en colgar luces y estructuras vinculadas a la celebración navideña por las calles de la ciudad.

Quizás es que no anda el personal muy dispuesto a incrementar el montante del recibo de la luz. Quizás es que los suministradores del material –en su gran mayoría de origen chino- no han rebajado suficientemente su coste. El caso que los que disfrutaban paseando por calles y barrios iluminados lo tienen mal este año.

Otro factor que supongo que habrá influido en esa ausencia de motivos navideños callejeros es que en numerosos balcones lucen lazos amarillos, banderas independentistas y pancartas pidiendo la libertad para los activistas y políticos que están en prisión o en el extranjero para no acabar también en ella. No cuadra una pancarta pidiendo “Llibertat presos polítics” con un santa Claus escalando el balcón o con bombillas intermitentes de color azul. ¿Amarillo, quizás sí?

Total, que en lo que se refiere a luces y colores los barceloneses y barcelonesas tenemos una Navidad desangelada. Tampoco se va a hundir el mundo por eso. Pero este año me da la impresión de que si Jesús se ríe en el pesebre no será porque esté alegre sino para poner buena cara al mal tiempo. Que nunca es un mal consejo. Especialmente ante el 2019 que se nos avecina.