Me da que todavía no hemos comprendido qué implica la evolución que postuló Darwin. No nos hacemos a la idea de lo que verdaderamente significa. En pocas palabras, quiere decir que no existe un «plan», que la evolución no tiene «sentido», que no vamos a ser «mejores». La evolución es el fruto del azar puro y simple en una cadena de mutaciones. Ocurre que tan pronto cambia el ambiente, y cambia de modo azaroso, unos bichos sobreviven y otros se convierte en material para fósiles. Que estemos pisando la superficie del planeta Tierra no es el resultado de una Historia con mayúsculas, con un guión a gusto del consumidor, sino una puñetera casualidad.

Nietzsche, nunca sabré si en serio o en broma, que todo es posible, manifestó una vez que no creía en la Teoría de la Evolución. Dijo que le parecía imposible que el hombre descendiera del mono, porque «los monos son demasiado bonachones». Pero poco antes, o poco después, o quizá fuera en otro libro, dejó escapar una frase que mejora y adapta la teoría de Darwin y la hace nuestra.

El aforismo dice así: «El mundo está regido por el azar y la estupidez».

Viendo el panorama electoral que nos acecha, tiendo a darle la razón a Nietzsche.

Se ha introducido un nuevo elemento en el ambiente político en España: la irrupción de la extrema derecha. Sus argumentos de venta (perdón, políticos) son una ideología identitaria nacionalista, y perdonen la redundancia, y un neoliberalismo que deja la Escuela de Chicago a la altura de una turba bolchevique.

Había en España dos partidos de derechas; teóricamente uno era conservador y otro, liberal. En vez de afianzarse en el papel que les correspondería, muy alejado de esa nueva propuesta extremista, reaccionan con la estupidez antes mencionada. Porque, en efecto, han iniciado una carrera hacia la derecha cada vez más frenética y más a la derecha. Lo único que consiguen es vender la moto de la extrema derecha, en vez de la propia, y decir burradas sin cuento. Dadles tiempo y un micrófono y tendremos risas para un buen rato.

Mientras el centro queda huérfano y desconcertado, las fuerzas más a la izquierda reaccionan... Bueno, reaccionan. Con estupidez, naturalmente. Las cuatro candidaturas de lo que antes era Podemos en Madrid son un ejemplo a considerar en este sentido.

Podría ser que esta centrifugación de la izquierda puede tener relación con el cesarismo de sus líderes. En Cataluña, ejerce de César doña Ada Colau, cuyos méritos han conseguido que dimitan varios altos cargos de su formación. Nadie le niega el empeño de ser guay, pero yo le afeo el empeño de tontear con los defensores de las ideas patrias y el rancio abolengo, con los que comparte una reacción alérgica a la democracia liberal. Porque el discurso de los «colonos» de la exconsejera Borrás o las ideas esencialistas del presidente Torra son del todo equivalentes al Santiago cierra España de épocas pretéritas. Anunciar que una pertenece a la izquierda guay y luego reírle las gracias a la derecha más rancia es de una coherencia bestial. Que se lo haga mirar.

Dicen que en España ha asomado el lobo de la extrema derecha, pero en Cataluña ya lleva en el poder unos años. En lo identitario es evidente; en su praxis económica, también. Quienes fueron convergentes, se llamen ahora como se llamen, con el apoyo incondicional de ERC y la CUP, han conseguido que Cataluña haya sido varios años seguidos la Comunidad Autónoma que menos euros per cápita ha invertido en sanidad, educación y ayudas sociales. La que menos. La última. Se dice pronto. Con sistemático empeño, están destrozando el Estado del Bienestar a su alcance y no parece que eso importe a sus votantes.

En suma, todo cambia y una nueva generación se está haciendo con las riendas del poder político en España y, por ende, en Cataluña. Mientras tanto, la extrema derecha pone la música y los demás bailamos; con tanto ruido, se hace difícil hablar.

A ustedes les corresponderá juzgar cuán natural está siendo esta evolución. El azar es la fuerza de la naturaleza y la estupidez, la nuestra. Saquen la balanza y vayan pesando.